Comienza el año del siglo del Cine
Europa prepara multitud de celebraciones del nacimiento del arte por excelencia de nuestro tiempo
Hoy hace 99 años, dos industriales de Lyón, Louis y Auguste Lumiére, organizaron en el café del Grand Hotel, en el Boulevard des Capucínes de París, la primera sesión pública de cine. El suceso ocurrió la noche del 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, de 1895, y se prolongó, en las heladas aceras de la plaza de la Opera, hasta la madrugada del 29, donde germinó una nueva forma de fascinación en centenares de personas todavía aterradas al ver que un tren emergía de una blanca pared y se abalanzaba sobre ellos. Falta un año para esta fecha, y Europa, pero sobre todo Francia, comienza a vivirla. El año del siglo del cine tendrá su médula en París, donde nació y donde está la sede de la Unesco, que ha asumido el del fuego sagrado del arte por excelencia de este tiempo. Cinematecas, editoriales, periódicos, festivales, escuelas y academias meditan su grano de arena a la evocación de un acontecimiento que creó mutaciones esenciales en la mirada humana y puso patas arriba el destino del arte contemporáneo. La patriotería de algunos dirigentes de Hollywood, que han querido capitalizar la paternidad del invento celebrándolo con anterioridad como propio, deja a la gran fábrica de películas en segundo plano.
Sería ilegible resumir en una crónica de urgencia los incontables actos que se preparan en Europa, desde todos los focos irradiadores de cultura, para jalonar 1995. Infinidad de conferencias y proyecciones; debates y publicaciones de todo tipo; actos institucionales y gremiales, esporádicos o continuados; estudios y publicaciones periódicas, generales o especializadas; festivales y muestras especiales; programaciones de cinematecas y exhibiciones de restauración de películas; todo esto y mucho más va a convertir al tiempo comprendido entre hoy y el 28 de diciembre del año que viene en un apretado periodo de búsqueda de la inabarcable aportación del cine a la identidad del siglo XX.Baste con decir, para medir el volumen de lo que se avecina, que un suplemento del diario parisiense Le Monde del pasado día 15 recoge, en forma de simple enunciado, una selección de varios centenares de manifestaciones ya convocadas en Francia, bajo la consigna de "La fiesta del cine comienza". Esta selección llena casi tres páginas de seis columnas en letra pequeña y sin ninguna ilustración. No es exagerado suponer que, si se añadieran a estas otras, ya previstas, y sobre todo las que se ahora se meditan y moldean, y que se irán convocando en goteo, en Europa y fuera de Europa, el recuento selectivo no cabría en la totalidad del periódico.
Lo que más se parece a una apertura formal de este año del siglo del cine es la asunción por la Unesco de mantener el fuego sagrado de su celebración. Los actos, que durarán tres días de mediados de enero, son una prolongación de la llamada hecha a finales de 1993 por el director general del organismo, Federico Mayor Zaragoza, a la salvación del patrimonio cinematográfico mundial, destruido en su mayor parte y en grave peligro lo que sobrevivió a guerras, incendios, abuso de tirajes de copias y al paso del tiempo sobre soportes perecederos de celuloide.
En esta convocatoria del encuentro inaugural de cineastas y estudiosos del cine sorprende que, entre los cerca de 60 convocantés que firman la llamada inaugural del Año del, Centenario del Cine, sólo hay dos cineastas (e independientes) estadounidenses -Robert Altman y Martin Scorsese-, mintras hay tres españoles -García Berlanga, Mario Camus y Carlos Saura, y a ellos hay que añadir el hueco del fallecido Fernando Rey-, lo que es síntoma del segundo plano que Hollywood va a tener en esta celebración mundial, a causa de la argucia de adelantamiento a la celebración promovida por algunos centros gremiales de Hollywood, que han pretendido adueñarse de la paternidad del invento del cine y así intentar reavivar una polémica hace mucho tiempo zanjada a favor de Francia prácticamente por todos los historiadores del cine.
Babelia
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