La industria farmacéutica busca mecanismos químicos para reforzar la memoria
El estímulo directo de la facultad de recordar se está ensayando en laboratorio
Las moléculas de la memoria se encuentran en la membrana de las células nerviosas: este descubrimiento ha sido uno de los espectaculares avances recientes de la investigación sobre el cerebro. Ahora, 10 años después, la industria farmacéutica quiere sacar provecho de ello. ¿Se puede estimular la memoria con medicamentos? ¿Van a conseguir los estudiantes la píldora para empollar? El investigador estadounidense Gary Lynch afirma haber logrado en su laboratorio los primeros animales -unas ratas- con memoria drogada artificialmente, pero su objetivo es buscar compuestos que actúen en humanos.
Con toda seguridad, como si siguiera indicadores invisibles, la rata avanza rápidamente por el laberinto hasta que alcanza su objetivo, una galleta de chocolate. "El final de un extraordinario viaje científico", dice triunfante Lynch, en su laboratorio de la Universidad de California, en Irvine (Estados Unidos).Ocho horas antes, los roedores habían podido explorar los pasillos de su laberinto. Durante este tiempo se estimuló su cerebro con medicamentos desarrollados por Lyneh. En pocos minutos, la sangre transporta esas sustancias, llamadas ampaquinas, hasta el cerebro; atraviesan la barrera protectora del cerebro -la llamada barrera sangre cerebro-, e inundan la red formada por miles de millones de neuronas y sinapsis.
Allí, según la teoría de Lynch, mantienen abiertas -como cuñas introducidas bajo una puerta- las entradas moleculares por las que penetran las impresiones sensoriales en el almacén de información del cerebro. De este modo, las ampaquinas facilitan, afirma Lynch, la formación de la memoria y las ratas son capaces de recordar dos veces mejor que las ratas no tratadas dónde están escondidas las golosinas en un laberinto. También obtienen mejores resultados en otras pruebas de ingenio: tardan la mitad en registrar olores nuevos en su memoria.
Casi 30 empresas de todo el mundo trabajan en el desarrollo de medicamentos que circulan con ambiciosos nombres como memoria o incluso fortalecedor del conocimiento. La revista farmacéutica Scrip contó 182 sustancias experimentales distintas.
Alzheimer
El principal interés de la ingeniería farmacéutica se dirige a los enfermos de Alzheimer. Sólo en Alemania, alrededor de un millón de personas sufre este grave tipo de degeneración mental: un amplio mercado para un medicamento que fuera capaz de detener, o al menos retardar, el avance de la enfermedad.Los científicos intentan evitar de diversas maneras la absoluta destrucción de una memoria decreciente. Tacrine, el único medicamento permitido (y sólo en EE UU) contra la enfermedad de Alzheimer, aumenta la producción del compuesto transmisor acetilcolina para apoyar así la memoria residual que le queda al enfermo. Otras sustancias estimulan la producción del transmisor serotonina o aumentan el riego sanguíneo del cerebro.
Sin embargo, experimentos como los realizados por Lynch suponen una nueva clase de manipulación cerebral. Hasta ahora se han estado tratando los síntomas; con las ampaquinas y sustancias similares, los investigadores esperan intervenir directamente en el mecanismo químico de la memoria.Ya en 1949, el psicólogo canadiense Donald Hebb afirmó que, independientemente de que la gente aprenda vocabulario en latín o un acorde al piano, algo tiene que transformarse, en su cerebro. Hebb suponía que esta transformación debía tener lugar en las regiones de contacto entre las células nerviosas: las sinapsis.
Hebb aventuraba que los propios estímulos sensoriales se abrían camino hasta la memoria: cuando un estímulo alcanza la red nerviosa del cerebro en forma de impulso eléctrico, fortalece las sinapsis por las que pasa. Hebb creía que, de esta manera, se iban allanando caminos eléctricos por los que luego se volvían a evocar los recuerdos.En 1983 hubo un gran revuelo al descubrirse receptores de glutamato que tenían las propiedades profetizadas por Hebb: se trata de unas compuertas situadas en la membrana de las células nerviosas que, cuanto más frecuentemente se utilizan, más fácilmente se abren. Parecía haberse desvelado la maquinaria molecular de la memoria.
Pero, como señala Werner Hoffmann, director del estudio que prueba la sustancia de Lynch en Alemania, frecuentemente se subestima la complejidad de la memoria. La memoria de corta duración retiene un estímulo sólo unos segundos; luego lo envía a la memoria intermedia, en la que los recuerdos se pueden conservar durante días o incluso meses, hasta que son almacenados definitivamente en la memoria de larga duración. [Muy recientemente, investigadores suizos han comunicado que dos moléculas pegajosas juegan un papel importante en la formación de nuevas memorias en las ratas manteniendo unidas las conexiones sinápticas en cuyo extremo se concentran].
Además, parece que existen distintas modalidades de memoria: generalmente, los hechos se retienen peor. que las vivencias. El cerebro también registra de forma diferente los procesos de movimiento o los sentimientos. ¿Puede un puñado de moléculas receptoras explicar esto?
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