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Hamás acusa a Arafat promover un Estado policiaco

'Al-Quds', el principal diario árabe de Jerusalén, encuentra dificultades para, ser distribuido en Gaza

De la antigua imprenta en Jerusalén, directamente al patio mojado de un cuartel de la policía palestina en Gaza. La furgoneta, que transporta la edición diaria del diario Al-Quds, el principal matutino árabe de Jerusalén, tarda hora y media desde los talleres hasta el cruce fronterizo de Gaza. Los residentes de la franja, sin embargo, no reciben el diario si no hasta bien entrada la tarde, gracias a los nuevos métodos de censura palestina que nadie sabe exactamente si cuenta o no con el sello de aprobación de Yasir Arafat. Todos sospechan que sí. Muchos temen que se trata del primer síntoma del advenimiento de un régimen autoritario en una tierra que Arafat había prometido transformar en un muestrario de la libertad de prensa en Oriente Próximo. "Arafat busca instalar un Estado policiaco", dice un dirigente de Hamás.

Son las cuatro de la madrugada y en los talleres de AlQuds la vieja rotativa produce el último ejemplar. La tirada ha ido normal. El jefe de la imprenta,. un hombre fornido y hospitalario llamado Abu Adel, se fuma un cigarrillo. Está satisfecho. La jornada del diario, sin embargo, está por comenzar y los signos que emergen desde Gaza no son nada tranquilizadores.

Desde hace seis días, AlQuds, su rival An Nahar y el matutino israelí de lengua inglesa The Jerusalem Post encuentran puntualmente un obstáculo en los puestos de la, policía palestina de Gaza. Alguien, de las alturas de la autoridad Palestina, ha dado órdenes de demorar su distribución, y ninguno de los policías palestinos que tiritan bajo la. lluvia a la espera de los vehículos de distribución está en condiciones de ofrecer una explicación clara.

"Nos dicen que la orden viene de arriba, de bastante arriba", explica Jamal Abu Ali, el jovial conductor de la furgoneta blanca que transporta 7.500 ejemplares de AlQuds bien empaquetados y camuflados con copias del Post para regalar a los soldados israelíes en el turno del alba. "Nos dicen que son nuevas regulaciones. Yo me limito a hacer lo que me corresponde, dice mientras aceleramos por la desierta carretera hacia el sur, hasta cruzar sin novedad el último puesto de control israelí. A menos de un kilómetro, dentro ya del territorio autónomo de Arafat, en el estacionamiento de una gasolinera comienzan los problemas. Hay que descargar los periódicos y colocarlos en una destartalada, limusina Mercedes beige de propiedad de uno de los principales distribuidores de Gaza, Se llama - Ahmad Madéh y es un hombre que sabe cómo va a terminar su jornada.

En el primer puesto de control palestino, un joven policía armado de un fusil viejo abre la puerta trasera, se las arregla para entrar en el coche repleto y no necesita dar direcciones. "Vamos" dice Madéh no necesita preguntarle hacia dónde. La puerta del cuartel de policía, un excuartel israelí justo en las afueras del campo de refugiados de Jabalya, se abre, y en el patio hay tres policías semi dormidos que ni siquiera se brindan a ayudar a Madéli.

Los dos descargamos los periódicos porque es la única manera de salir de allí.

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"Eso se lo tiene que preguntar a la autoridad", dice un oficial cuando le pregunto quién ha dado la orden de decomiso temporal de los periódicos palestinos que, curiosamente, apoyan públicamente a Arafat y han hecho sólo tímidas protestas desde que se impuso el control de la prensa en Gaza.

Todos en Gaza saben que el hombre que les priva de noticias frescas es el coronel Gazi Yabali, el impopular jefe de la policía palestina en la franja.

El más reciente encontronazo entre Arafat y la prensa ocurrió cuando los diarios ignoraron órdenes de publicar que en la última manifestación de Hamás hubo sólo 6.000 manifestantes, cuando en realidad sobrepasaron los veinte mil. El pecado de Al-Quds fue incluir un cálculo hecho por militantes islamistas que aseguraron que el acto de hace ocho días congregó a 70.000 personas.

"Arafat quiere dictarnos lo que quiere que digan los diarios" se queja un veterano periodista palestino. "La situación actual es sólo una adver-. tencia: 'O hacéis lo que digo o sufriréis las consecuencias. La nueva medida ya ha afectado considerablemente la circulación. "¿Quién va a comprar el periódico a las tres de la tarde?', se pregunta un comerciante de Gaza. "A esa hora ya nos hemos enterado de todo, no por medio de la prensa palestina, sino por la radio israelí". Hay, por supuesto, críticas más duras, y éstas provieneri de los sectores de militantes islámicos que culpan a Arafat de arremeter contra las libertades políticas para aplacar el descontento popular con su Gobierno.

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