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Cuando Cervantes nació

Juan Cruz

Circula ahora una nueva distorsión del famoso y brevísimo cuento de Augusto Monterroso (Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí). Esta distorsión se une a otras que ya existen y que convierten al dinosaurio en unicornio (Vargas Llosa) o en cocodrilo (Carlos Fuentes). Fuentes asegura que en América Latina no había dinosaurios (acaso ni unicornios) y que, por tanto, a quien se halla el protagonista del cuento después de su larguísimo letargo no es otro animal que un simple cocodrilo."Pero mi cuento es universal; no tiene nada que ver con América Latina, no tiene por qué ser un cocodrilo el dinosaurio", protesta Monterroso, quien jamás ha podido impedir que sobre la base de esa magistral fórmula narrativa tan simple y tan paradójica se hayan montado bromas hasta el infinito. Se puede decir, por ejemplo: "Cuando García Márquez nació, Aureliano Buendía ya estaba allí", o "Cuando nació Juan Marsé, el Pijoaparte ya estaba allí" o "Cuando nació Pepe Ponoso, María Pilar ya estaba allí", y así sucesivamente.

Es una manera, como decía Julio Cortázar, de rellenar las almohadas de la conversación y de introducir elementos de distensión en la larga y a veces tan tediosa discusión literaria. Es una línea maestra, un cuento para todas las estaciones, un comodín de cualquier baraja.

"Yo regalo la idea, los demás que despierten al dinosaurio", dice Monterroso.

El cuento de Augusto Monterroso ha servido ahora para aliviar con la broma el contenido de las últimas invectivas habidas en el mundo de las letras. En efecto, la última discusión literaria ha tenido como protagonista indudable el Premio Cervantes, la polémica sobre sus candidatos y las declaraciones y contra declaraciones de los que querían o no querían ganarlo.

Pero lo cierto fue que todo el mundo anduvo el lunes por la tarde enchufado a la radio o a la televisión, que ofreció en directo el final del debate, de modo que es mentira la indiferencia que exhiben unos y otros ante un galardón que se ha convertido poco a poco en el termómetro otoñal del clima literario. Así pues, todos los relacionados con este mundo tan volátil de las letras anduvieron como locos tratando de averiguar qué se filtraba de esas discusiones sacrosantas de las que luego sale censado el Cervantes de cada año.

Decía el otro día Francisco Ayala, el presidente del jurado de este año, que no sólo debían televisar los resultados finales de estos debates que concluyen con la designación de un Cervantes, sino todo su desarrollo, del principio al final, porque casi nunca es verdad lo que luego contamos los periodistas: ni los finalistas que se cuentan se corresponden con los finalistas aparentes, ni la naturaleza de las votaciones. tiene que ver con diabólicas maquinaciones para eliminar a éste o a este otro candidato, sino con la oportunidad o no de votar de una manera o de otra. Así que de todo lo que hemos oído estos días casi lo único que es de verdad es que quien ganó el Cervantes, y a todo el mundo dejó contento, fue Mario Vargas Llosa. Todo lo demás está en discusión: ¿quiénes fueron los primeros finalistas?, ¿quiénes concluyeron y con cuántos votos?, ¿quién defendió a quién, quién vetó a cuál?

La trama convertiría en best seller -el más codiciado de los galardones literarios actuales, ésa es la verdad- la publicación de los verdaderos resultados de las distintas votaciones, y la retransmisión en directo de las deliberaciones probablemente haría felices -o aburridos- a miles de telespectadores.

Así que todo es verdad y todo es mentira con respecto al Premio Cervantes de este año -y de todos los años-, porque nadie cuenta realmente lo que sucede; lo que sí es cierto -y éste es el origen de la nueva distorsión del célebre cuento de Monterroso- es que se le puede aplicar el relato del dinosaurio para quitarle hierro a la vieja controversia. Y, como quiera que hay un alto porcentaje de probabilidades de que el ganador de cualquiera de las ediciones, en cualquiera de las alternativas, esté representado por la agencia literaria Balcells, se puede trastocar otra vez el relato para firmar que "Cuando Cervantes nació, Carmen Balcells ya estaba ahí".

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