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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un mundo más libre

SE CUMPLEN hoy cinco años de un día que conmovió al mundo y lo cambió como pocas fechas en la historia. El 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín bajo la presión multitudinaria de unos pueblos que durante décadas habían vivido bajo un sistema considerado irreversible. Había comenzado a tambalearse mucho antes, pero aún en la víspera nadie podía soñar que se derrumbaría con tanta celeridad, sin apenas resistencia. El símbolo de la división de Europa, aquel muro de la vergüenza que dividía Berlín, se desmoronó como las certezas de quienes lo habían construido, aquellos que siempre vieron la libertad del individuo y de las ideas como una amenaza.En algunos Estados comunistas aún sobrevivirían unas semanas las dictaduras. Alguna queda aún hoy como recuerdo de aquel sistema que en 1917 se lanzó desde Rusia a conquistar el mundo, redimir a la humanidad e imponer sobre la tierra un paraíso. Aquel 9 de noviembre de 1989 simboliza el hundimiento del terrible experimento social que costó decenas de millones de muertos.

Las esperanzas de aquellos días fueron inmensas. Una era de libertad y democracia parecía abrirse para todo el continente por primera vez en la historia, junto a un nuevo orden internacional basado en intereses comunes y globales tras décadas de orden bipolar, enfrentamiento entre bloques y equilibrio basado en el miedo a la mutua destrucción nuclear.

Como suele pasar, las esperanzas resultaron excesivas. A la emoción y el entusiasmo siguió, primero, la frustración de unos pueblos que habían equiparado libertad con bienestar. Se extendió la frustración cuando comprobaron que eran más libres pero seguían siendo pobres; muchos de ellos, aún más pobres. Y sumidos en una lucha por la supervivencia en la que han sido derogadas las antiguas reglas sin que se hayan sustituido por otras nuevas.

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Las inmensas dificultades que encuentran algunos de estos Estados para establecer, una organización económica, social y política equiparable a las democracias occidentales hay que buscarlas tanto en el secular subdesarrollo en que estuvieron sumidas, salvo excepciones, como en el oscurantismo, la doble moral y la parálisis social de las pasadas décadas. Bajo estas condiciones surge el peligro, potencial o consumado, de que nuevas ideas totalitarias y redentoras, como el ultranacionalismo, obtengan el apoyo de masas invertebradas para hacerse con el poder. Ya se ha visto en los Balcanes, donde han utilizado la cultura del odio, ya no contra otras clases o países imperialistas, sino contra minorías étnicas o naciones vecinas. La agitación irracional del mito histórico, del prejuicio étnico y el agravio religioso se han convertido. en principal instrumento de movilización de pueblos que nunca conocieron la democracia y en su gran mayoría tampoco la Ilustración.

También en. Occidente ha cundido la confusión. Al desaparecer el factor de cohesión que era la amenaza soviética, han resurgido viejas rivalidades reprimidas por la necesidad de la defensa común de las democracias. Estas fisuras en la Alianza Atlántica y en la UE se han profundizado con la aparición de nuevos miembros potenciales de estas organizaciones. Los puntos de gravedad se han desplazado y multiplicado. Y el orden mundial esperado ha dado paso a una mayor complejidad del desorden; la amenaza masiva del bloque soviético ha sido relevada por la proliferación de pequeñas pero graves amenazas.

Por ello, un lustro después de aquella fecha, los temores y frustraciones vuelven a ser muchos. Y muy graves los retos para la defensa de las democracias y la expansión de su orden político y económico -el menos malo de los posibles- hacia otras regiones menos afortunadas. Y sin embargo, con todas las amenazas existentes, el mundo ofrece hoy muchas más oportunidades para buscar el bienestar. Porque el mundo es hoy más libre.

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