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Miembros de la Plataforma del 0,7% inician hoy otra huelga de hambre

Miles de personas se solidarizan con la 'tribu' de Castellana

Amelia Castilla

El movimiento de gente es constante. Pacifistas, ecologistas, sindicalistas y jóvenes de aspecto grunge han convertido el paseo de la Castellana en un lugar de debate. A los cerca de 1.000 acampados de la Plataforma del 0,7% se une cada fin de semana lo mismo gente que les lleva comida que matrimonios con los niños que acuden a expresar su solidaridad. Hoy, miembros de la plataforma inician una nueva huelga de hambre.

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Un mes depués del inicio de esta protesta, algunos miembros de la Plataforma -un movimiento ciudadano de presión política que tiene como filosofía la solidaridad- inician hoy una nueva huelga de hambre al tiempo que la protesta se extiende por otras ciudades. Más de 4.500 personas, según datos de la Plataforma, han pasado en este tiempo por el madrileño paseo de la Castellana.En el campamento del 0,7% se madruga. El ruido de los coches hace imposible el sueño. Maribel y Diana, estudiantes de BUP de 17 años, se estiraban ayer frente a un paisaje de rascacielos antes de encaminarse hacia una fuente con el cepillo y el dentífrico. Hoy dormirán en casa de sus padres, en el distrito de Hortaleza, pero los fines de semana los pasan en una de las 650 tiendas, que se han instalado frente al Ministerio de Economía con la intención de presionar al Gobierno para que destine 470.000 millones de pesetas, el 0,7% del Producto Interior Bruto (PIB) para ayudar al Tercer Mundo.

Las tiendas están junto al parterre, pegadas a la parada del autobús, al lado de las alcantarillas... En las puertas se ven los zapatos de los que duermen dentro, la ropa tendida, las bicicletas aparcadas junto a las vallas que separan el asfalto de la acera y pegatinas con mensajes del tipo "si no vienes a acampar con nosotros, déjanos al menos acampar junto a tu corazón".

Acampados y visitantes participan masivamente, sentados en el suelo o en cajas de plástico, en los debates que se realizan a media tarde. Ayer, el tema de discusión fue el Kurdistán y el sábado se debatió la situación del pueblo saharaui. Frente al camping se alza por un lado el imponente edificio del Ministerio de Economía por otro el de Defensa. Desde a garita de vigilancia se ven las pancartas: "Cada tres segundos muere un niño en el mundo" o "China principal receptor de la política de cooperación española. Desde la matanza de Tiannanmen en 1989 y a pesar e los embargos, España aumentó los créditos FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo) a este país pasando de los 8.000 millones del año 1989, a los 26.025 millones de 1992". En el campamento se sirven comidas, hay clases de juegos malabares y se escucha música de Pablo Milanés y Juan Luis Guerra.

Alejo, secretario de la Plataforma del 0,7%, explica que sus reivindicaciones pasan por el control de la Ayudas Oficiales al Desarrollo -el pasado año se destinaron más de 200.000 millones- y que se desenmascaren ciertas estrategias que sólo favorecen la exportación. Criticamos la confidencialidad y el hermetismo con que se gestionan esas ayudas. Es imposible obtener datos sobre las empresas adjudicatarias, las comisiones que se reparten y las cantidades exactas que se desembolsan". A juicio de la Plataforma del 0,7% estas ayudas deberían revertir en proyectos que no dependan de la tecnología extranjera y que ayuden a vertebrar la sociedad civil del país destinatario.

"Hay que parar la venta de armas con créditos FAD a los países pobres", argumenta otro de los concentrados. A su lado una joven que prepara una pancarta dice: "Mira yo prefiero estar aquí a cogerme un pedo con los colegas".

Pero no todo es solidaridad en la calle. Maribel y Diana se quejan de los insultos que lanzan algunos ciudadanos recriminándoles que pidan para los de fuera cuando no se han solucionado los problemas de los de dentro. "Pedir para Vallecas", les espetó un ciudano que salía del partido que enfrentó al Madrid con el Santander el domingo pasado. Salvo esas pequeñas escaramuzas verbales la tranquilidad es total. Los policías vigilan, cuando hay partido, las tiendas para prevenir ataques de los ultrasur.

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