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Domino, luego existo

El tributo que pagan los poderosos es enorme: trabajar hasta caer rendidos, no tener tiempo para los amigos ni para la familia. Más de tres cuartas partes de los héroes directivos sufren de problemas cardiacos, circulatorios o intestinales; los matrimonios se rompen, sus hijos apenas conocen a los caballeros fríos. Ser pareja, padre y ser humano en lo privado y luchador sin contemplaciones en la oficina es algo que casi nadie soporta sin profundas heridas. "Ya no pueden amar, sentirse felices ni estar tristes", dice el sacerdote jesuita y crítico de la alta dirección Rupert Lay. Según él, se produce un "tremendo proceso de deshumanización".Hesse y Schrader quieren explicar en su libro por qué los jefes son así: el sentimiento de inferioridad y la falta de confianza en sí mismo es lo que mueve a los jefes desagradables. Los autores berlineses opinan que, con el dominio sobre otros y el éxito, los jefes neuróticos quieren acariciar su alma maltratada. Necesitan el sucedáneo del poder: domino, luego existo.

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El 60% de los directivos alemanes sufre neurosis

El mundo laboral, con sus estructuras jerárquicas, se presta a representar de nuevo los patrones neuróticos padres-hijo: el dominio y la dependencia, el poder y la impotencia, la recompensa y el castigo: todo lo que necesita el alma para avanzar. En algunos, que parecen agradables y normales, el resultado sólo se ve cuando llegan al sillón de jefes. Schrader afirma: "Entonces pueden despacharse a gusto".

¿Los jefes al diván? Los autores saben lo intensamente que rechazan los directivos esa clase de ayudas. "Antes dedicarán enormes cantídades a asesores de empresas que emprender el camino al psicoterapeuta". Donde lo que importa es la dureza, las armas blandas de los psicólogos berlineses no son eficaces. Expertos en organizaciones, como el profesor de Augsburg Oswald Neúberger, dudan de que la solución de diálogos y terapias: "La brutalidad no es la obra de algunos gestores ávidos de poder. Es el sistema lo que funciona así".

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