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La elocuencia del silencio

La Academia inaugura el curso con una lección magistral de Laín Entralgo

Hablar y callar... Una reflexión profunda sobre la expresividad de las palabras y la elocuencia del silencio hizo el académico Pedro Laín Entralgo en la lección inaugural del curso 1994-95 de la Real Academia Española, celebrado ayer en Madrid. Antes de la disertación, el secretario general de la Academia, Víctor García de la Concha, leyó la memoria de actividades del pasado curso y los más importantes proyectos para el presente. Presidieron el acto solemne el Ministro de Educación y Ciencia, Gustavo Suárez Pertierra, y el director de la institución, Fernando Lázaro Carreter. Asistieron numerosos académicos y personalidades del mundo de la cultura.

El hombre, ser locuaz y taciturno, es animal que puede hablar y que puede callar, fue la premisa que estableció el académico, doctor en Medicina y licenciado en Ciencias Químicas, Pedro Laín. Son dos facultades que perfeccionan su condición de persona. El habla-añadió, completando los conceptos del psicólogo Karl Bühler- tiene una función vocativa: el hombre llama a alguien; otra expresiva: dice lo que quiere decir; también nominativa: nombra la realidad que ve o la que imagina, y además suasiva o de captación: al hablar, disuade o persuade. Y, al propio tiempo, al expresar en voz alta los conceptos, su mundo interior se esclarece y ordena.

Pero entre los gérmenes de la palabra el hombre sólo utiliza los que le conviene. Hay silencio antes de hablar, Silencios intencionados y elocuentes durante la manifestación de la palabra, vuelve el silencio cuando concluye. Porque en el discurso del silencio encuentra el hombre el hondón de su propia intimidad. E incluyó aquí Pedro Laín una cita de Tagore: la pequeña verdad tiene palabras claras; la gran verdad guarda grandes silencios.

Habría parecido surrealista ponderar el silencio en el templo de la palabra, mas el discurrir del silencio a la palabra y de la palabra al silencio es una potencialidad -quizá la primera de todas- propia del ser humano. En realidad, el discurso de Laín Entralgo fue una reflexión profunda sobre la propia vida. Y engarzaba perfectamente en lo que es -alguien diría en lo que debería ser- el espíritu de la Academia: la palabra como símbolo de vida.

En el salón de actos de la Academia hubo un lleno. Allí, académicos, gentes de las letras y del teatro, intelectuales varios, estudiantes, curiosos, quienes siguieron la junta pública de apertura de curso con la atención tensa que hacía al caso. Hubo, sin embargo, un apenas perceptible rumor de sorpresa cuando en el resumen de actividades de la Academia, Víctor García de la Concha dio una noticia sensacional: en sólo medio año se han vendido de la edición popular del diccionario 220.000 ejemplares, con lo cual se ha convertido en el libro de mayor venta en España.

La memoria contenía otras interesantes noticias: la Gramática de la Lengua, de Emilio Alarcos, ha alcanzado en cuatro meses tres ediciones; se ha ultimado el proyecto de informatización del Diccionario Académico, por lo que en breve aparecerán diccionarios lexicográficos y de distintas especialidades en soporte electrónico (el llamado CD / ROM); están muy adelantadas las 21 ediciones del Diccionario Académico en igual soporte; se ha informatizado medio millón de papeletas del fichero académico; ha empezado la elaboración del Corpus de referencia del español actual... La Academia se moderniza. Buen síntoma, pues quizá quiera decir que está viva.

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