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INTERVENCIÓN EN EL CARIBE

La Operación Sostener la Democracia sigue sin despejar las dudas sobre la capacidad de liderazgo de Clinton

Antonio Caño

La operación militar Sostener la Democracia ha tenido hasta ahora escasa rentabilidad política para Bill Clinton. Las encuestas le han dado un ligero aumento de su popularidad -aunque todavía es mayoría el número de personas que desaprueban el conjunto de su gestión- y ambas cámaras del Congreso han respaldado a regañadientes su actuación. Pero Haití no ha servido para elevar un milímetro su talla como líder ni para despejar en lo más mínimo las dudas sobre su capacidad para manejar la política exterior.Tanto Ronald Reagan, después de la invasión de Granada, como George Bush, tras la ocupación de Panamá, ganaron autoridad ante su población y gozaron de periodos de luna de miel en su política doméstica. Este no ha sido, por el momento, el caso de Clinton.

Una encuesta hecha por el diario The New York Times y la cadena CBS muestra que el porcentaje de norteamericanos que está satisfecho con la política de esta Administración ha pasado del 36% al 45%, mientras que un 49% siguen desaprobando el trabajo del presidente. Antes de la llegada de las tropas a Haití, un 32% de la población respaldaba la política exterior de la Casa Blanca. Después de la ocupación, esa cifra ha subido sólo hasta el 37%. A cambio de tan exigua ganancia, el presidente ha abierto un nuevo foco de crisis dentro del equipo encargado de sus relaciones exteriores, cuya estabilidad ya era dificil por culpa de anteriores crisis y rumores.

Carter negoció con Cuba

Al utilizar a Jimmy Carter por tercera vez este año en la solución de un problema trascendental -el diario Los Angeles Times informaba ayer que el ex presidente habló con Fidel Castro para organizar la reunión negociadora de Nueva York que puso fin a la crisis de los balseros Clinton ha sometido a pública humillación al secretario de Estado, Warren Christopher, que ha desaparecido del escenario desde el pasado domingo.

La votación en el Congreso tampoco es garantía de que las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo cambien a partir de ahora para permitir la aprobación de los asuntos pendientes en la agenda de la presidencia. Los representantes y senadores republicanos dejaron claro en todo momento que su respaldo a la ocupación de Haití era un reconocimiento a los esfuerzos de Jimmy Carter y un apoyo a las tropas desplegadas, no la aprobación de la política del presidente.

A Bill Clinton tampoco le está ayudado mucho en este momento la actitud de la comunidad internacional. A la decisión de las Naciones Unidas de levantar el bloqueo a Haití sólo cuando Jean-Bertrand Aristide recupere de verdad el poder, se han sumado los organismos internacionales de crédito con su intención de congelar las ayudas a Haití mientras la situación política en ese país siga siendo incierta.

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Así lo ha anunciado el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y esa es la posición también del Banco Mundial. Esta última institución está tratando de reunir entre 70 y 80 millones de dólares (entre 9.000 y 10.500 millones de pesetas) para ayudar a la reconstrucción de Haití cuando vuelva a ser gobernado por un régimen democrático. Pero, aparte de los 40 millones de dólares que ha prometido Estados Unidos, ningún otro país se ha mostrado hasta el momento dispuesto a contribuir a ese fondo, según fuentes del banco. Ni siquiera Canadá, uno de los principales contribuyentes de ese organismo y uno de los mayores aliados de Washington, ha acudido todavía en apoyo efectivo de la política norteamericana.

El presidente trató el miércoles de despejar las dudas y aseguró que "se están haciendo progresos en Haití y la democracia será restaurada". "La situación no cambia inmediatamente, pero hoy es mejor que ayer y ayer era mejor que el día anterior", declaró Clinton.

La única nota de repaldo moral para la política de Clinton ha llegado de Puerto Príncipe, donde uno de los principales colaboradores de Aristide, Antoine Adrien, ha denunciado en una entrevista con la cadena CBS que la Administración de George Bush estuvo detrás del golpe que instaló en el poder al general Raoul Cédras en 1991.

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