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42 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Guarner

Pronto hará un año que murió José Luis Guarner, que convirtió en un arte exquisito el ver películas. La editorial Anagrama ha presentado aquí un libro titulado Autorretrato del cronista, que contiene más de un centenar de escritos de este maestro del análisis cinematográfico, seleccionados por Lluís Bonet, Jos Oliver, Esteve Riambau y Casimiro Torreiro, todos ellos -como cuantos seguimos sus huellas- discípulos suyos. El prólogo es de Guillermo Cabrera Infante.Ahora que se secó su pluma, los demás hemos comenzado a llenar las nuestras con su tinta sutil, irónica, inagotable y tan sorprendentemente elegante que era capaz de poner a caldo una mala película sin que sus autores se percataran de ello, de la misma manera que lograba taponar de elogios los ojos de los autores de otra buena sin ruborizarlos. Su talento está ahí, en las casi 500 páginas de este libro indispensable, aunque recopile sólo una pequeña muestra del talento que derrochó durante tres décadas en las páginas de Film Ideal, Documentos Cinematográficos, Cataluña Express, El Periódico, La Vanguardia, Fotogramas y otras publicaciones.

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Era tan absoluta y refinada su pasión por el cine, y tan complementada estaba por su abrumador conocimiento de este arte, que su persona parecía emanada de una película, no hace falta decir que magistral. Se cuentan de él muchas historias. He aquí una que añadir a la definición de su profunda identidad de escritor y cineasta, capaz de mejorar un filme tras él verlo y contar qué ha visto en él.

"Necesito un foquista"

Hace algo más de 20 años, otro escritor prematuramente muerto, José Antonio Gabriel y Galán, convocó a Guarner y a quien esto escribe para ver si podíamos poner en marcha una revista de cine que nunca logró tomar cuerpo. Tuvo lugar el encuentro en la redacción de Cuadernos para el Diálogo. Guarner voló a Madrid y, tras media hora de charla, hubo acuerdo. La revista se titularía Fila Doce.Yo no conocía personalmente a Guarner, aunque él era quien me había abierto los ojos ante las pantallas. Salimos juntos del encuentro, desde la penumbra del pequeño vestíbulo de Cuadernos, a la luz violenta de la colina de El Viso. Entonces me di cuenta de que se había quedado rezagado, a mi espalda, completamente inmóvil. Le pregunté si le ocurría algo y me contestó: "Nada grave. Es cosa de medio minuto. Según el oculista es un percance que no tiene remedio, y me temo que no tiene claro por qué. Pero yo sí lo tengo: he visto tanto cine que me he convertido en una cámara Mitchell y tengo que ajustarme el diafragma cuando cambio de campo de luz, lo que demuestra que no necesito un oculista, sino un fóquista".

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