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Sólo dos cooperantes españoles alimentan a 3.500 niños ruandeses

SUSANA PÉREZ DE PABLOSCarmen y Carlos se han quedado solos. Son dos cooperantes españoles de Veterinarios sin Fronteras (Vetermón), a cargo de cuatro campos de refugiados de Zaire, proporcionando desde hace tres meses alimentos a 3.500 niños ruandeses huérfanos o separados de sus familias. Estaban trabajando en un proyecto agropecuario cuando la guerra requirió su ayuda, que ahora realizan con el dinero de otra Organización No Gubernamental (ONG).

Carmen Altayó -ingeniero agrónomo- y Carlos Soler -veterinario- han visto cómo las organizaciones humanitarias llegaban con muchos medios pero sin un proyecto concreto que seguir. A las pocas semanas, se marchaban con sus ambulancias impecables por donde habían llegado.Ellos no paran. Los niños llegan a los campos desnutridos y solos. Los más pequeños, al quedar separados de sus madres, son irrecuperables. Y es que hay cerca de 10.000 niños separados de sus familias refugiados en campos de Tanzania, Burundi y Zaire. Cruz Roja ha iniciado una labor de indentificación, lo que le llevará varios años.

Los dos voluntarios se encontraban a poco más de 100 kilómetros al norte de Goma cuando comenzó la llegada masiva de refugiados ruandeses a la zona. Estaban trabajando desde el pasado mes de enero en un proyecto de desarrollo agropecuario organizado por Veterinarios sin Fronteras (Vetermón), que aún continúa funcionando.

Hasta ese momento, se ocupaban de enseñar a los campesinos a mejorar los cultivos, atender mejor a los animales, las salidas que pueden dar a los productos del campo y a organizarse en cooperativas. Pero, de pronto, su labor se convirtió en secundaria y la ventaja de conocer el terreno, la población y los recursos les ha facilitado su nueva labor.

Empezaron por encargarse del abastecimiento de alimentos del campo de huérfanos de Ndosho. Este campo estaba preparado para acoger a unos 30 niños. Ahora hay 2.400.

Empezaron a comprar alimentos en el interior del país con el dinero, a través de Intermón, y los transportaban en camiones a los cuatro campos con los que están en Contacto en la actualidad.

Cuando María Gas, una veterinaria y colaboradora de Vetermón, llegó el pasado mes de agosto a Zaire, se encontró con un inmenso proyecto de cooperación en marcha y muy pocos brazos para mantenerlo. Los dos cooperantes españoles hacen turnos: mientras uno se encarga de que el proyecto agropecuario siga en marcha, el otro atiende a la nutrición de los niños. En los campos de refugiados trabajan también dos médicos españoles enviados por Intermón, que es la organización que subvenciona la ayuda.

"Decidimos ayudar precisamente a los niños porque es lo que más estabilidad da a medio plazo", explica María. "Son los últimos que se van a repatriar cuando todo acabe".

Mientras, las ONGs continúan pidiendo la colaboración de todo el mundo occidental para Ruanda a través de los medios de comunicación. "Si recibimos más ayuda económica, nuestro proyecto podría llegar hasta los 5.000 niños, porque el problema va a continuar todavía bastante tiempo", asegura María Gas.

Esta veterinaria quiere dejar claro que las aportaciones que están dando los ciudadanos a las Organizaciones No Gubernamentales para Ruanda no se está perdiendo por el camino. "Que la gente se quede tranquila, porque el dinero que recoge Intermón está llegando, se ve allí". De momento, Vetermón tiene previsto enviar antes de fin de mes a dos personas más de refuerzo a Zaire. Y es que toda ayuda es poca.

Maíz, soja y el calor de una madre

Los niños ruandeses están acostumbrados a comer maiz, la soja o habichuelas. Los veterinarios españoles han aplicado sus conocimientos en uno de los campos que más falta hacía: la nutrición. "Se ha intentado crear una dieta equilibrada para estos niños basada en los alimentos que se pueden encontrar en el interior del país. Es la única manera de que sus organismos no los rechacen", explica María Gas, veterinaria y cooperante de Vetermón.El saber exactamente los alimentos que los niños deben consumir permite a los cooperantes hacer una previsión de lo que se va a necesitar y controlar sin dificultad el almacén de comida para que no se desperdicie ni un gramo. Otras ventajas son que este tipo de alimentos, se pueden adquirir a un precio más económico, a la vez que se favorece a las cooperativas zaireñas, que, según los representantes de Vetermón, "son solidarias con sus vecinos ruandeses, pero tampoco gozan de una adecuada calidad de vida".

Pero, a pesar de todos estos esfuerzos, hay niños que no sobreviven por la situación de desnutrición a la que llegan a los campos de refugiados o por su corta edad. "Los bebes, que son aproximadamente el 10% de los niños que se encuentran en los campos, no se pueden recuperar" cuenta María Gas. "Son críos acostumbrados a ir pegados a la espalda de sus madres, que les mantiene calientes por las noches. Y, aunque los bebes están envueltos en mantas, normalmente se mueren de noche por la baja la temperatura". Este problema. tiene difícil solución. "Cada niño necesitaría el calor de una persona para sobrevivir", dice María, "haces lo que puedes, pero nunca es suficiente".

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