_
_
_
_
_

"Me voy porque estoy seguro de que no me van a devolver a Cuba"

M. V. Cojimar recibió como una bomba la noticia de que EE UU detendrá a todos los cubanos que lleguen a su territorio sin visado de emigrante. El jueves por la tarde, la noticia todavía era un rumor, pero ya en las calles del pueblo decenas de balseros aceleraron la construcción de catamaranes caseros y balsas improvisadas para lanzarse al mar cuanto antes. Ayer (entre la madrugada y las 13.00 hora local, 19.00 hora peninsular española) salieron 18 balsas.

Por la calle del Morro e incluso en la céntrica calle Real, hasta entrada la madrugada, algunas casas permanecieron iluminadas y en varias azoteas la gente trabajó hasta que amaneció con el convencimiento de que si se tiraban pronto siempre cabía la posibilidad de decir a los guardacostas norteamericanos que esa balsa había salido días antes de las nuevas medidas.

Más información
Cincuenta balsas hacia la muerte

Sin embargo, pese a que la amenaza era conocida ya desde por la mañana en La Habana a través de las emisoras de radio de Miami, a muchos parecía no importarles y continuaron su trabajo a ritmo normal. Así, ayer por la mañana en el pueblo y en otras localidades costeras de la capital, la gente se arremolinaba junto al mar y esperaba la salida de balsas y lanchas por si podía engancharse.

"Yo me voy porque estoy seguro de que no me van a devolver a Cuba. Me retendrán un tiempo, pero al final me tienen que dar la libertad", decía un joven, ayer, totalmente convencido de que EE UU no podrá poner en práctica el plan por mucho tiempo.

Pero la decisión norteamericana de detener la emigración ilegal fue un mazazo que superó mucho más que la simple frustración de los nuevos balseros. Así, algunas madres de jóvenes que se fueron ayer en balsa hacia Miami en medio del temporal manifestaban abiertamente su descontento por tal decisión, que podría perjudicar a sus familiares después de haber arriesgado la vida.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"Es una Injusticia"

"Es una injusticia. Nos han utilizado, como pelotas de pin-pon, pues Cuba nos ha dejado salir y ahora allí no nos van a dejar entrar. Esto es dramático. Es cínico que se nos prometa una determinada cosa y luego si nos vamos, como hasta ahora, se nos meta en campamentos o campos de refugiados", comentaba indignada una de las madres, que se pasó toda la noche junto al mar por si la marea devolvía a las costas cubanas la balsa de su hijo.

Mucha gente sufrió ayer en Cojimar. Pero no todos por la misma causa. Jesús, por ejemplo, lo hizo por no poderse marchar, pues para él tan malo como irse en una balsa es quedarse en su país. "Yo no me puedo marchar porque tengo mujer y dos hijos, y eso sería dejarles abandonados. Mi mujer gana 178 pesos al mes [unas 195 pesetas] y con eso no alcanza ni para comprar una botella de aceite".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_