Eran las cinco de la tarde...
Sesenta años se cumplen de la cogida mortal de Ignacio Sánchez -Mejías
"Eran las cinco de la tarde...", cantó Federico García Lorca en su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, un torero sin parigual en el sentir del poeta, pues "no hubo príncipe en Sevilla/ que comparársele pueda, / ni espada como su espada / ni corazón tan de veras..." Así escribió con el alma Federico García Lorca, tras la muerte trágica de su amigo entrañable.Los versos han mantenido el recuerdo del torero predestinado, herido tal día como hoy un la plaza de toros de Manzanares (Ciudad Real) hace 60 años y le han fabulado una biografía no siempre acorde con la realidad. Para empezar, no eran las cinco de la tarde; quizá las seis y pico. Ni era el manejo de la espada, precisamente, una suerte que dominara Sánchez Mejías.
Su corazón, en cambio, debía ser "muy de veras", pues frente al toro mostraba un sobrecogedor desprecio del peligro y fuera de los ruedos se desbordaba en generosidad y afecto con sus amigos, entre quienes ejercía una auténtica fascina ción. Su preferencia fuero . n siempre los intelectuales, acaso el primero de todos Rafael Alberti, y luego Bergamín, Salinas, Altotaguirre, Alexandre, Cernuda, Guillén, Dámaso Alonso y, naturalmente, Federico.
Sin embargo, no parece que Sánchez Mejías tuviera una juventud demasiado unida a las letras. Hijo de un médico acomodado de Sevilla -donde nació en 1891- emprendió los estudios de Bachillerato pero no los terminó. Ya desde muy joven sintió la llamada del toreo, participó en, capeas, y apenas cumplidos los 18 años se embarcó de polizón rumbo a Nueva York, iniciando así una vida aventurera.
Estuvo en México, regresó a España, actuó de novillero y formó parte de diversas cuadrillas en calidad de subalterno, una de ellas la de José Gómez Gallito, llamado Joselito, el torero más importante de la historia de la tauromaquia, con cuya hermana se casó. Tenía ya 28 años Sánchez Mejías cuando su cuñado le dio la alternativa en Barcelona, cediéndole el toro Buñoler.
Toreó mucho Sánchez Mejías a partir de entonces, y los. aficionados lo atribuían no tanto a su arte como a las influencias de Joselito, que mandaba en el toreo. Seguramente también aquí habría mucho de exageración, ya que Joselito murió trágicamente en Talavera al año siguiente y Sánchez Mejías continuó en los ruedos, ganándose los contratos mediante aquellos alardes de valor desmedido que sobrecogían el ánimo.
Al parecer -y según él mismo comentaba- no sentía sensación de peligro, pues consideraba a los toros unos infelices animales que no pretendían hacer ningún daño. De ahí que el toreo de Sánchez Mejías lo caracterizara una aparente despreocupación por la lidia, si bien otros atribuían ese raro estoicismo a su escasa vocación torera.
El año 1927 dejó la profesión y se dedicó a una intensa actividad literaria que fructificó en tres piezas dramáticas: Sinrazón, Zaya y Ni más ni menos. También escribió ensayos, dictó conferencias y colaboró en la génesis de la Generación del 27, a varios de cuyos miembros costeó el viaje a Sevilla para que celebraran en el Ateneo hispalense la histórica sesión del tercer centenario de Góngora. Participó en la tertulia del Café Lyón, donde nació Cruz y Raya, "revista de afirmación y negación", que dirigió José Bergamín. El destino ya había trazado una macabra pirueta sobre esta publicación señera: andando el tiempo daría acogida al Llanto, de Federico, y al Verte y no verte, de Alberti, que elevarían la figura del torero y literato a la categoría de romance.
El año 1934 volvía a los ruedos Ignacio Sánchez Mejías. Toreó cuatro tardes, al parecer falto de ilusión, desmejorado y cansadizo, y la quinta la dispuso también el destino. El 11 de agosto estaba anunciado en Manzanares Domingo Ortega mas, lesionado en un accidente de automóvil, le sustituyó Sánchez Mejías, quien alternaría en la lidia de toros de Ayala con Armillita, Corrochano y el rejoneador Simao da Veiga. Sánchez Mejías inició su faena de muleta al primer toro de lidia ordinaria, de nombre Granadino, con los pases de su especialidad, sentado en el estribo. Al dar el segundo, el toro le corneó la ingle y lo volteó de mala manera. Aunque la herida era profunda y grave, el diestro no permitió intervenir a los médicos, pues quería que lo operaran en Madrid. Ingresado de madrugada en un sanatorio, empeoró alarmantemente, Pepe Bienvenida donó su sangre para una transfusión que no pudo reanimarle, se presentó la gangrena gaseosa, y a primeras horas de la mañana del lunes 13 de agosto irrumpía la muerte .
Ignacio Sánchez Mejías entró en la leyenda y el estro transido de Federico García Lorca lo convirtió en un semidiós: "Aire de Roma andaluza" cantó el poeta, "le doraba la cabeza / donde su risa era un nardo/ de sal y de inteligencia".
Babelia
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