La Fira de Juliol
Una de las celebraciones más importantes de la ciudad de Valencia ha sido siempre desde un si o atrás la Fira de Juliol, en la que tomaban parte gente modesta,, menestrales, huérfanos y burguesía de todos los niveles, con una ilusión y un entusiasmo que quizá no se comprendan en la actualidad. Los días. principales eran el 25 de julio, festividad de San Jaime, y la Batalla de Flores -cuyos orígenes se remontan a 1891 -, epílogo de la feria, que se instalaba en la preciosa Alameda.El día de San Jaime los huerfanos bajaban a las playas a solazarse a lo grande con la baella, las anguilas, buen vino y caliqueños valientes. Llegaban en carros profusamente adornados y tirados por las mejores caballerías. Después de comer iban als bous; es decir, a los toros. A la corrida la llamaban la fartá, pues alternaban cuatro matadores con ocho toros y era larguísima. Una vez arrastrado el cuarto toro paraba el espectáculo para que el público merendara, generalmente fruta sabrosa que no conocía frigorífico, aunque también había alguna paella, que llevaban los paelleros protegida con un pañolón.
La Fira de Juliol constituía la festividad ciudadana más señalada de Valencia y, en lo taurino, la más importante de España, por el número y la calidad de sus carteles. En 1906 se dieron cuatro festejos, ocho en 1921, nueve en 1934, 11 en 1943. Al terminar la corrida, la alta burguesía paseaba en sus lujosos carruajes por la Alameda, ante la admiración de las gentes sencillas, que abarrotaban el real de la feria. Tenían allí sus puestos numerosos fireros para ofrecer su mercancía, y entre ellos abundaban los de melones, de mazorcas de maiz y de relojes Roskov, que se vendían a peso. Nunca faltaban La Mujer Barbuda y los caballitos. Las instituciones -Ayuntamiento, Ateneo, Ministerio de Agricultura, entre otras- competían en la instalación de sus pabellones, que poseían verdadera magnificencia, y allí se celebraban actos amenizados por grandes orquestas. Hacía un calor sofocante, como siempre en julio, aunque saludable y limpio, pues entonces la contaminación ni se conocía.
El final de la feria se convertía en gran acontecimiento. Los valencianos acudían en masa a la última corrida ferial y también a la explosión barroca y mediterránea de la Batalla de Flores, donde todos se sentían protagonistas.
Francisco Puchol Quixal es galerista de arte
Babelia
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