Seat, 'auf wiedersehen'
IGNACIO FERNÁNDEZ TOXO y RAMÓN GÓRRIZ VITALLALa forma en que se cerró el conflicto de la empresa automovilística Seat hace seis meses está en el origen de la actual situación, a juicio de los autores, que acusan a Volkswagen de no haber cumplido sus compromisos y dudan del futuro de la empresa española.
El 15 de diciembre de 1993, la Generalitat aprobó los expedientes solicitados por Seat-VW. La aprobación de esta resolución por la Generalitat era la condición sine qua non para que VW aprobase el plan para reflotar a Seat.La movilización de los trabajadores y el impacto social del problema Seat obligó a la dirección de la multinacional a modificar sus proyectos iniciales, y así la Generalitat de Cataluña dictó una resolución con elementos tales como la cuantificación de las inversiones, la ampliación de capacidad productiva de Martorell, el mantenimiento de la marca, el centro técnico, la nacionalización de componentes, nuevos modelos y concreción de la fecha de lanzamiento, cuantificación de los trabajos afectados por el expediente.
Aun así, y a pesar de las declaraciones en contra realizadas desde la dirección del grupo y las administraciones, el proyecto estaba demasiado poco claro, y sobre todo las garantías de cumplimiento de los compromisos, como para que se pudiera hacer un acuerdo firmado.
En aquel proceso, CC OO criticó la subalternidad y falta de soberanía de la Generalitat y del Gobierno González frente a la multinacional y defendió que la aportación de dinero público por el Estado debía ir acompañada de control y participación pública a través de una presencia de la Administración en el capital de la sociedad, tomando posiciones en el Consejo de Administración que permitiese hacer un seguimiento de la estrategia de la multinacional. La forma en que se cerró el conflicto hace seis meses está en el origen de la actual situación. VW afirma que el Gobierno español no ha cumplido las promesas de financiación del plan laboral, y ya desde un principio empieza a incumplir sus compromisos.
Como ya ocurrió con el acuerdo del 2 de abril, la dirección de la multinacional vuelve a incumplir sus compromisos, se paraliza la nacionalización de componentes; lo mismo sucede con el acuerdo sobre traslados a Martorell, la pretensión de que los servicios que quedan por cubrir sigan en empresas del exterior, ampliación del número de proveedores externos en detrimento de los trabajadores de Seat, reestructuración de la comercial con reducción de puestos de trabajo y cierre o privatización de algunos centros, entre ellos los de red exterior, se limita la capacidad productiva diaria y se intenta afrontar las subidas de mercado sólo con trabajo en festivos (Martorell), a la vez que se manda personal al ERE, con la intención de acabar reduciendo la plantilla en esos 4.600 trabajadores.
Particularmente grave es la limitación de producciones en Martorell en beneficio de otras plantas, cuando ellos mismos habían afirmado que por debajo de 1.500 unidades / día Martorell no resulta rentable. Al situar la producción por debajo de 1.000 estaba claro que se apostaba por provocar la actual situación.
Ahora, VW condiciona la continuidad de Seat como firma integral a que el Gobierno español desembolse 68.000 millones de pesetas para financiar la reducción de plantilla. Resultó cuando menos sospechoso que esa petición llegase en medio de un proceso electoral y cuando VW ha olido dinero alrededor de la crisis de Santana.
Todo esto cuando Seat es la primera empresa en ventas en Europa en relación a las demás marcas europeas y mientras en VW se está discutiendo la ampliación de plantilla.
Y es que, aunque parezca mentira, el capital tiene patria, y las multinacionales, si lo son hoy día es gracias al importante apoyo que reciben de sus Gobiernos. Desde esta perspectiva, las multinacionales reconocen una deuda social, y su práctica juega un importante papel como instrumento de política industrial. Mejor sería que Pujol aprendiera de su homónimo en la Baja Sajonia y, en vez de aparecer como representante de los intereses de la multinacional VW y abanderado de la privatización, de las empresas públicas, defendiera una política industrial que consolide el tejido industrial, por lo menos del país que gobierna, aunque somos conscientes que por su práctica neoliberal esto sea pedir peras a un olmo.
Si en algo coincidimos en las opiniones vertidas estos días es que la responsabilidad de la crisis en Seat es enteramente de VW. Basta, como pruebas, las declaraciones que el representante de la Cámara de Comercio de Alemania en España, doctor Treiber, realizaba hace unos días en Pamplona: "El factor que incide en la situación de Seat son los costes laborales de Wolfsburg", o a las que citando al anterior presidente de VW, Karl Hann, decía: "Wolfsburg es el lugar más caro para producir el coche, y Seat se ha visto afectado por ello".
Durante estos días se ha hablado mucho de las ayudas públicas, de la limitación que establece la UE, de cómo este tratamiento puede ser exigido por otras empresas del sector. Y aquí destacar que faltan a la verdad algunos dirigentes de empresas del sector cuando declaran "que ha formado procesos de reconversión traumático sin una sola peseta".
Si alguien tomase la molestia de cuantificar las ayudas por todos los conceptos (desde subvenciones directas y de inversión hasta aportación de suelo gratuita, pasando por desgravaciones fiscales, condonación de deudas a la Hacienda y a la Seguridad Social y complementos para la reducción de plantillas, ERES) que se han puesto en manos de las multinacionales en los últimos 10 años, quedaríamos asombrados, más todavía si lo comparamos con las inversiones por ellos realizadas. Como botón de muestra el de Seat-VW. El INI invirtió 400.000 millones de pesetas antes de entregársela a VW a finales de 1986, quien a su vez ha invertido, hasta el año pasado, sólo 80.000 millones de pesetas, inversiones que pese a la propaganda de la dirección no han sido sino meros apuntes contables.
En CC OO sabemos que las multinacionales no han venido por filantropía ni se van a quedar por ese sentimiento, y la salida no está en enterrar recursos económicos e n una loca carrera de ajustes laborales, porque no servirán más que para alargar la agonía.
La salida pasa por un cambio radical del rumbo de la política económica pasa porque el Gobierno se plantee de una vez iniciar un camino que conduzca a establecer controles en la marcha de las multinacionales, en unos casos a través de una correcta utilización de los mecanismos presupuestarios, exigiendo contrapartidas industriales, tecnológicas, de fomento de nuevo tejido industrial a través de un mayor grado de nacionalización del producto; en otros apostando directamente por la entrada en el accionariado de algunas empresas que por su importancia son claves para nuestra economía o porque el impacto social de los mismos así lo aconseje.
En el caso de Seat, aunque se nos acuse de poco imaginativos, seguiremos insistiendo en esta vía, porque nos parece mucho más rentable para el país que tirar dinero a manos llenas para destruir empleo.
El Gobierno tiene una responsabilidad: hace cumplir a Seat-Volkswagen los acuerdos industriales y mantener el empleo aprobado por la resolución.
El Gobierno debe comprender que no se puede vender el futuro a los mismos de siempre porque se repetirá la historia, Para que esto no sea así los trabajadores, los sindicatos, no dudaremos en acudir a la movilización para defender el plan industrial y el empleo.
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