_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

A palo seco

Andrés Trapiello

Cabral de Melo es un poeta frío. Hay poetas fríos y cálidos, sin que ello vaya en demérito de la poesía que hacen. Poetas de temperatura y temperamento alto fueron Vallejo o los Machado o Unamuno. Un poeta frío es Jorge Guillén y un poeta frío es Cabral de Melo, el poeta de Recife en el estado de Pernambuco.Un viejo pema suyo, titulado O Engenheiro, decía: "O engenheiro sonha coisas claras / superficies, ténis, un copo d'agua / / O lapis, o esquadro, o papel / o desenho, o preyecto, o número: / o engenheiro pensa o mundo justo / mundo que nenhum véu encobre". Si en todo ese poema se sustituye la palabra ingeniero por la de poeta, nos acercaríamos bastante a la concepción poética de Cabral.

Más información
El brasileño Cabral de Melo Neto gana el premio Reina Sofía de poesía iberoamericana

Vivió Cabral, como Ponge, el poeta francés de las cosas al que tanto ha citado el brasileño, un tiempo en el que la teoría poética era tanto más precisa y necesaria que el propio poema, y a veces, antes que el poema el poeta, en aquellos acerados años cincuenta, nos daba una manera de leerlo. Todo ello le condujo a una poética de cierta aridez, que glosé en un poerna que llamó A palo seco, del libro Quaderna: "cantar num deserto / devassado de sol ( ... ) / num deserto sem sombra". Esa poesía de rigor y silencio, de apartamiento y ascesis, contrasta sin embargo con la profesión de su autor, que fue la mayor parte de su vida diplomático por medio mundo, y, en años fundamentales para él, en España.

En Barcelona, donde hizo amistad con pintores como Miró o los del grupo Dau al set, imprimía unas pequeñas plaquettes de poesía, muy hermosas y secretas. Ese afán de amante asiduo de la poesía, apasionado hasta desvelarse por ella junto a una vieja minerva, maravilla si se piensa en alguien al que aguarda fuera una vida de ruido y ceremonia.

Sus poemas persiguieron una poesía despoetizada, como nos dice Pinheiro Torres al frente de los Poemas escolhidos de Cabral, liberada de la carga sentimental y subjetiva. Quién sabe: en los buenos poetas, y Cabral lo es sin duda, todos los caminos llevan a Roma.

Él ha querido hacer una poesía del prosaísmo, no del prosaísmo sentimental, sino de una realidad objtiva, y a veces, incluso en sus poemas, tiembla, de pura belleza, lo real, eso que nunca ha sido frío, como jamás lo fue el silencio, la música callada de muchos de sus versos: "Se diz a palo seco / o cante sem guitarra; / o cante sem; o cante; / o cante sem mais nada; / / se diz a palo seco / a esse cante despido. / ao cante que se canta / sob o siléncio a pino".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_