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Crítica:TEATRO: "OLEANNA"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dialéctica del poder

La elección del autor para su figura dialéctica es la de un profesor y su alumna: una relación de poder. También un encuentro hombre-mujer. Y un lenguaje, puesto que de lenguaje se habla en la asignatura que mas o menos se discute. El juego es largo, sugerente y apasionante. Además, despiadado. Si hago una monstruosa y deficiente abreviatura de lo que sucede en la obra, es esto: el profesor rechaza a la alumna que se confiese incapaz de comprenderle a él, sus clases, su libro; tiene un deseo de protegerla, siente que le gusta, y que es inteligente como para sacar una gran nota si él se ocupa de ella. En la parte siguiente, ella ha obtenido de esta actitud de él una conclusión: es machista, realiza un acoso sexual, la ofrece la nota a cambio de ella misma: le ha denunciado ante la autoridad académica.Nos puede sorprender mucho esta interpretación, que parte de la mala fe; algunos espectadores se quedan en ella, ríen con ella; pero la realidad es que, poco a poco, se acaba advirtiendo que hay una sutil realidad en todo, aunque el profesor no sea consciente de como ha representado un papel típico en una situación típica; tiene el poder y, con él -en una segunda acción- está a punto de obtener un contrato de cátedra, de comprar una casa y ascender de situación social. A cambio de esta complicidad social, que no cree que tiene, se permite hablar de la libertad de cátedra y de otras libertades, y criticar la enseñanza misma como una "turbiedad". Se desespera por la impenetrabilidad de la alumna, que va desmontando una a una sus defensas: cuando esa desesperación le lleva a la agresividad, ella ya le acusa de violación: si las denuncias de antes han sido ante el consejo de la Universidad, la nueva irá a los tribunales, y la presentarán ella "y su grupo", como repite insistentemente. La situación de poder ha cambiado: no estoy tan seguro de que la alumna quiera utilizarla tanto para sí misma como para desnudar el poder anterior.

Oleanna

De David Mamet, traducción de Víctor Crémer. Intérpretes, Santiago Ramos y Blanca Portillo. Escenografía, Rafael Garrigós; vestuario, Helena Sanchis; iluminación, Francisco Leal. Dirección, José Pascual. Teatro María Guerrero, 24 de mayo.

No estoy seguro de que la situación trágica del hombre de la carrera arruinada sirva de lección: es un tipo de poder que ignora que se está ejerciendo. Tampoco estoy seguro de que el autor vea a la enemiga implacable con la misma razón con que la veo yo; si es que el título, Oleanna, se refiere como pienso (no lo sé) a una flor mediterránea bella, rosa y blanca: siempre es venenosa. Al insistir en las inseguridades, trato de elogiar le honestidad del procedimiento teatral, que puede dejar libres algunas maneras de pensar.

Quizá esta obra tenga un residuo de ideas de la acracia de los sesenta, no tan perdida como se suele creer; quizá las tenga de Albee, o de Pinter; quien sabe qué se puede encontrar de Becket en la forma de hablar pero, en fin, todo lo que se suele alegar como antecedentes es, en realidad, cultura.

Una cultura no sólo americana, sino occidental europea. Hay una gran riqueza -de ideas, de posibilidades, de angustias- en este diálogo tenso: puede que Mamet sea el mejor dialoguista del teatro en lengua inglesa actual; puede que sea el que mejor. ha hecho de la palabra una protagonista.

El hecho de que nos pueda llegar perfecta y claramente se debe a la traducción que consigue Víctor Crémer, escritor él mismo; y sin duda a los actores que saben conseguir que no se pierdan las palabras y que tengan su carga debida. No me extraña en Santiago Ramos, a quien siempre he visto bien, y me sorprende gratamente en Blanca Portillo, a la que veo por primera vez en un papel de esa importancia, y que es una actriz de primer orden.

Es joven, quizá con la edad del personaje: jóvenes son el traductor, el director José Pascual que ha resuelto admirablemente los problemas escénicos de un cara a cara y sus colaboradores. No digo que son una esperanza: aunque lo son para mí de que aún queda mucho por ver y por sentir con el teatro. Las prolongadas ovaciones de los espectadores lo probaron también.

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