Rushdie anuncia una cruzada internacional para proteger a los escritores perseguidos
El autor reaparece de forma misteriosa para recibir el premio Europeo de Literatura
Salman Rushdie, el fugitivo del fundamentalismo islámico, un vagabundo sin morada fija, apareció ayer en Viena en forma tan misteriosa y secreta, que confesó con amargo humor que le parecía estar usurpando el rol de Orson WeIles en el legendario filme El tercer hombre. El autor de Los versos satánicos recibió ayer el premio austriaco de Literatura Europea 1992. Rushdie, de 47 años, rodeado de una docena de policías de la brigada antiterrorista Cobra, anunció el comienzo de una cruzada internacional para proteger a los escritores perseguidos por regímenes dictatoriales.
A partir del próximo año, por iniciativa de Rushdie, presidente honorario del Parlamento de escritores, se otorgará un premio literario la autores que sufren de persecución en sus países. "No es justo que el mundo se entere de su existencia sólo cuando ya son cadáveres y aparece una breve información en el periódico", dijo. "Mi caso no es el único", advirtió, "y no se limita solamente al mundo islámico, también en China hay gentes que son perseguidas, torturadas y asesinadas".El galardón no será una cuenta de dólares en Suiza "que no sirve de nada si se vive con miedo", sino la publicación de la obra de los escritores en los idiomas más importantes. El ministro de Cultura austriaco Rudolf Scholten, que presentó la iniciativa de Rushdie en el Parlamento Europeo, aseguró que los ministros de Cultura de España y Portugal se habían comprometido la semana pasada a participar en el proyecto.
Salman Rushdie, que recibió en Viena el premio estatal de Literatura Europea 1992, hizo el anuncio en una rueda de prensa secreta, de carácter novelesco, ayer por la mañana. La reunión fue convocada telefónicamente en la madrugada por un portavoz del Ministerio de cultura de Austria. Las instrucciones del mensajero eran reunirse a las 10.30 de la mañana en la rueda gigante del Prater, el parque de diversiones más antiguo de Europa, donde esperaría a los periodistas un autobús amarillo que los conduciría a un lugar no revelado donde esperaba Rushdie. Allí, donde se filmaron las escenas más famosas de El tercer hombre se iniciaba una larga aventura que comenzó con una rigurosa inspección de los bolsos y del cuerpo con un detector de metales.
Después de dar vueltas inexplicables y repetidas por el centro de Viena, el autocar llegó a la céntrica Schwarzenbergplatz, al edificio del ex casino de oficiales del emperador Francisco José, que funciona además como escenario complementario del Burgtheater. Apareció Rushdie en el escenario iluminado y dijo "ustedes están felices porque hoy tuvieron una pequeña experiencia de servicio secreto". Pero cuando aún no terminaban las risas el escritor exclamó "¿pero cómo se sitieron ustedes dando vueltas tontamente por la ciudad?". "Yo lo veo como una ofensa, como una obscenidad, que ciudadanos europeos que quieren ver a otro ciudadano europeo tengan que someterse a estas medidas de seguridad. Es absolutamente anormal que el régimen de Irán exporte así su terrorismo".
Presión a Irán
Apeló nuevamente a la comunidad internacional para aumentar la presión al Gobierno de Teherán y a otros similares. "Si ustedes no hacen algo esta conducta se repetirá". Rushdie fue condenado a muerte hace cinco anos por el ayatola, Jomeini por considerar un "sacrilegio" al islám su libro Los versos satánicos. Desde entonces, el autor vive escondido.Reconoce con risas que se ha transformado "en un experto en asuntos de servicios secretos y de seguridad y manejo mucha más información que un John Le Carré". En su próxima novela, que será publicada en 1995, "ustedes mismos podrán decidir si la clandestinidad ha cambiado mi estilo y contenidos literarios".
Termina la rueda de prensa y el escritor fugitivo sale por una puerta lateral rodeado de agentes de seguridad. Los periodistas abandonaron la sala diez minutos después, para subirse nuevamente al autobús amarillo, para ellos una aventura extraordinaria y para Rushdie el pan de cada día.
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