Autoridad moral

NO SE encuentra en su mejor momento la moral de la Guardia Civil al conmemorar el 150º aniversario de su fundación. Hay motivos para que así sea, y el mensaje del Rey con motivo de esa efeméride vino a reconocerlo al aludir a las situaciones "dolorosas e incomprensibles" por las que atraviesa el viejo instituto cívico-militar. Ayudar a recuperar esa moral es una de las responsabilidades del nuevo ministro del Interior. Pero ello es inseparable de una limpieza a fondo de los bajos, o no tan bajos, fondos de ese departamento.Lo que se sabe de Roldán es ya, demasiado para despacharlo como un caso estrictamente individual. Por una parte es preciso que sus superiores políticos hicieran un considerable esfuerzo de mirar a otro lado para ignorar lo que estaba ocurriendo. Pero, hacia abajo, sólo en un clima de muy amplias complicidades es posible que los episodios que hoy conocemos se produjeran durante años sin escándalo ni denuncia.

En su ridícula entrevista periodística, Roldán aludía un par de veces, a modo de exculpación, a su condición de empresario: "Yo he intentado hacer negocios como otros empresarios. El negocio está en hacer dinero con el dinero de los dernás...". Por lo visto, encontraba perfectamente compatible dedicarse a negocios privados y dirigir una institución de 70.000 hombres armados. Pero algunos de sus subordinados debían considerarlo igual de normal, y colaboraban en operaciones como el trasiego de dinero entre cuentas oficiales y particulares, la apropiación de los fondos de la Asociación de Huérfanos del cuerpo, las contrataciones sin control, la entrada y salida de maletines con millones de pesetas.

Hay, pues, responsabilidades hacia arriba, especialmente en supuestos como la contratación de obras, en que el director general actuaba por delegación del ministro. Pero también responsabilidades en los escalones de mando de la propia Guardia Civil. De las declaraciones de Roldán, así como de las de su ex esposa, se deduce que en el Ministerio del Interior circulaba la doctrina según la cual la pertenencia a un cuerpo cuyos componentes "se jugaban la vida" frente a los terroristas justificaba cierta manga ancha respecto a la utilización en beneficio propio de los fondos reservados: "Por lo que pudiera pasar el día de mañana".

Averiguar hasta dónde ha penetrado esa degradación, y erradicarla con energía, depurando las responsabilidades correspondientes, es la tarea más urgente del ministro Belloch y sus colaboradores. Hacen falta para ello personas con autoridad moral, cuyo pasado las avale; pero también, seguramente, un acuerdo básico entre el Gobierno y el principal partido de la oposición sobre las medidas a adoptar. En materia de seguridad no hay autoridad sin un comportamiento ejemplar; y eso, en un cuerpo tan jerarquizado como la Guardia Civil, produce desmoralización. Y ésta, ineficacia.