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El cine francés desafía en Cannes a EE UU

El festival se define con una selección de hondo contenido político

Mañana empieza el Festival de Cannes y un nuevo acto de la guerra del mercado audiovisual ligada al Tratado de Libre Comercio (GATT). Entre el 12 y el 23 de mayo van a desfilar 23 películas en el marco de la competición oficial. La selección a concurso es una imagen fiel de la guerra: los norteamericanos participan con cuatro títulos de cineastas independientes -Ethan Coen, Alan Rudolph, Quentin Tarantino y John Waters-, mientras que los franceses presentan dos filmes de directores nacionales y otras 13 obras en las que Francia está implicada en la producción.

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Cañonazos y lentejuelas

Cineastas chinos, rusos, iraníes, italianos, polacos, camboyanos, rumanos, mexicanos o belgas se han beneficiado de capitales galos y sólo un representante de la India, así como un italiano, un inglés y un ruso están ahí para dar una imagen de la diversidad del cine que se hace en el mundo. Este predominio de la industria francesa hay que entenderlo tanto como la expresión de un espíritu belicoso frente a la voluntad monopolizadora de Hollywood, como una puerta abierta a la colaboración.Los filmes de apertura y clausura son norteamericanos y la sección retrospectiva, al margen de las obligadas atenciones para con Renoir -centenario- y Fellini -necrofilia-, está dedicada a Robert Altman, que no sólo ha ganado una Palma de Oro en Cannes y es el más ilustre de los directores estadounidenses independientes en activo, sino que, además, está rodando en París Pret a-porter, con un reparto rebosante de grandes nombres, lo que parece garantizar la presencia de estrellas en la Croisette.

Ausencia española

Lamentablemente, los españoles, aunque hayan obtenido el último Oscar a la mejor película marciana -esa es la definición que mejor cuadra a los no angloparlantes- no han sido invitados a la batalla. Al margen de las tradicionales acusaciones de chovinismo, bueno sería que nuestra industria se replantease su situación en un mundo que, en lo que al audiovisual se refiere, parece dividido claramente en dos bloques.La selección de 1994 tiene también un contenido político explícito a través de muchos de sus títulos: The Hudsuker proxy, de Ethan Coen, es una comedia sobre el poder de las grandes empresas; Du Li Shi Dai, del taiwanés Edward Yang, habla de la nostalgia de la patria perdida; Riaba, mi gallina, de Andrei Konchalovsky, es una fábula sobre la imposibilidad de que la democracia cuaje en Rusia; Una pura formalita, de Giuseppe Tornatore, es un duelo de actores -Polansky contra Depardieu- y un duelo por imponer orden en la creación y el destino; The Browning version, del infravalorado Mike Figgis, traslada la lucha por el poder al interior de un college británico y cuenta con Albert Finney como estrella protagonista.

Por su parte, el iraní Kiarostami, en A través de los olivos, pretende demostrar que, "aunque nos priven de la capacidad de ver, nos queda la de soñar", mientras que el chino Zhang Yimou sigue pasando revista a la historia de su país y en ¡Vivir! desafía de nuevo a la censura de quienes ostentan el poder en Pekín, que ya han insinuado que la película debería ser cortada para que desaparezcan las secuencias referidas a la Revolución Cultural, en las cuales reina un humor negro que no es del agrado de los postmaoistas.

En este recorrido por cinematografías no occidentales, detaca La gente del arroz, un homenaje, firmado por el camboyano Rithy Panh, a un pueblo que sabe sobrevivir cotidianamente a los delirios de sus gobernantes.

Caro diario, de Nanni Moretti, aborda de manera personal la actualidad italiana y pretende inventar un nuevo género cinematográfico: el diario íntimo.

El rumano Lucian Pintilié, por su parte, se traslada a los años 20 para mejor hablar en Un verano inolvidable de la locura tribal que parece haberse apoderado de nuevo de una zona de Europa, y Les patriotes, de Eric Rochant, habla del espionaje desde un presupuesto de 70 millones de francos (1.400 millones de pesetas).

Película sorpresa

Compite también en la sección oficial Nikita Mikhalkov, el hermano de Andrei Konchalovsky, que trata, por la vía de la evocación chejoviana, un período que nada tiene de chejoviano: los años treinta en la Unión Soviética.Y queda por citar, dentro de los filmes de contenido abiertamente político, la película sorpresa, que según todos los indicios será una sangrante crónica del pasado reciente de un país oriental.

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