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La ciencia da la razón a la sabiduría popular: de tristeza también se muere

El neuroendocrinólogo Besser explica en Toledo el poder del cerebro sobre la salud

Morir de tristeza, de amor o de soledad son expresiones poéticas que con gran belleza han sabido plasmar la literatura y el cine. También la sabiduría popular las ha manejado habitualmente al observar realidades que la ciencia médica contemplaba con escepticismo e incluso con displicencia. "Los actuales conocimientos neuroendocrinológicos nos empiezan a aproximar a la explicación de hechos, como por qué uno de los miembros de una pareja muere al poco tiempo de haber fallecido el otro, o por qué un paciente de cáncer que quiere vivir logra vencer la enfermedad", ha dicho G. Michael Besser, una primera autoridad mundial en neuroendocrinología, en Toledo.

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Este experto, que ha viajado a España para participar en el 28º Congreso de la Sociedad Europea de Investigación Clínica, celebrado esta semana en Toledo y clausurado ayer, asegura que la actitud de cada persona ante las diferentes situaciones de la vida provoca en su organismo una serie de reacciones neuroendocrinológicas que influyen positiva o negativamente en la salud y en la enfermedad."Se ha observado", explica Besser, "que una persona sana a la que erróneamente se le ha diagnosticado un cáncer llega a morir en poco tiempo. También una mujer sana que pierde a su marido y se deja abatir por la tristeza acaba falleciendo algunos meses más tarde. Por el contrario, se conocen casos de sida y de cáncer en los que su amor y su lucha por la vida les hacen ganar la batalla, al menos en un plazo de tiempo, contra la enfermedad".

Según Besser, neuroendocrinólogo y jefe del departamento de medicina del hospital de Saint Bartolomew's, en Londres, el estrés es una respuesta física y psicológica ante una situación que el organismo está viviendo como potencialmente agresiva.

"Mediante esta respuesta", aclara, "el cerebro actúa desencadenando una cascada de reacciones hormonales que tienen su expresión en síntomas y signos tanto físicos como psíquicos. Es decir, merced a estos mecanismos hormonales se acelera el ritmo cardiaco, se eleva la tensión arterial, se tiembla y se siente angustia, tristeza, euforia o alegría".

Estrés malo y bueno

El experto británico admite que a medida que se vaya profundizando en el conocimiento del cerebro y de las reacciones hormonales que controla se irá penetrando en el misterio de muchos de los comportamientos fisiológicos y mentales del ser humano.

Antonio Gómez-Pan, presidente del congreso desarrollado en Toledo y jefe del servicio de endocrinología del hospital La Paz, de Madrid, advierte que el estrés no es necesariamente algo patológico.

"Se trata, en realidad, de un mecanismo de defensa del cuerpo y de la mente para adaptarse a diferentes situaciones y mantener un equilibrio", añade el especialista español. "Por ejemplo, una hemorragia provoca una reacción física de estrés, mediante la cual el organismo reacciona con una vasoconstricción para proteger las demandas de sangre de los órganos vitales. Éste sería un estrés bueno. El estrés malo sería, por el contrario, aquel por el que el organismo se quedaría corto o se pasaría en su reacción".

En palabras de G. Michael Besser, el cerebro controla la hipófisis, una glándula que en gran medida está considerada el director general del sistema endocrino. La hipófisis controla las glándulas suprarrenales, que segregan dos hormonas, cortisol y adrenalina, que participan en la respuesta de estrés. El cortisol, además de modular el sistema inmunológico o defensivo del organismo, genera energía para la lucha o para la huida.

La adrenalina es responsable de todos los síntomas y signos de la ansiedad y del nerviosismo (temblor, tartamudeo, sudoración, insomnio, aceleración del ritmo cardiaco).

Paralelamente, el hipotálamo (otra glándula endocrina que se aloja en la base del cerebro y sobre la hipófisis) libera también diferentes hormonas, como las endorfinas, que producen un efecto analgésico que actúa para reducir el dolor y proporcionar una sensación de bienestar.

Resistencia al dolor

"Naturalmente, todas estas reacciones", señala Besser, "son muy diferentes de unas personas a otras y están mediadas por el cerebro. Por ejemplo, el umbral de sensibilidad al dolor, físico y anímico, es muy diferente en cada individuo. Pero ahora los médicos tenemos que admitir que es posible dejarse morir de tristeza o vencer una enfermedad, como siempre ha reconocido la sabiduría popular. Actualmente sabemos que existen unas bases científicas que explican esos hechos, y la neuroendocrinología empieza a ayudarnos en la comprensión de esos complejos mecanismos neurohormonales cuyos circuitos soportan las emociones humanas".

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