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Diego González Rivas: “Soy adicto al quirófano: si no opero, me apago”

El cirujano gallego, de 50 años, creador de la técnica de videocirugía torácica con una sola incisión, opera a más de 1.000 pacientes y forma a miles de colegas al año por el mundo

Diego González Rivas, cirujano torácico y creador de una técnica de cirugía de una sola incisión, muestra sus manos.
Diego González Rivas, cirujano torácico y creador de una técnica de cirugía de una sola incisión, muestra sus manos.Bernardo Pérez
Luz Sánchez-Mellado

Diego González Rivas aparece a la hora fijada en la recepción de la exclusiva clínica Rúber Internacional de Madrid vestido con el pijama azul de quirófano, recién salido de una de las tres operaciones de cáncer de pulmón, “una complejísima y dos sencillas”, que ha practicado hoy aquí. Antes de empezar la charla, nos enseña su campo de trabajo: una sala con el robot quirúrgico Da Vinci recién apagado y la camilla del último paciente aún caliente. Cuando acabemos, se irá a realizar otra intervención que le ha “surgido casi sobre la marcha” en un centro cercano, por lo que se perderá el derby entre el Real Madrid y el Atleti para el que le habían ofrecido entradas. No le importa. Está en Madrid para hacer una maratón de operaciones, entrevistas, incluida una aparición estelar en el programa La Revuelta, y presentar su libro en el Colegio de Médicos, con todo el aforo reservado, como el cirujano estrella que es. No le molesta el término, pero, a diferencia de astros de otros firmamentos, no solo no tiene prisa por zanjar nuestro encuentro, sino que seguimos hablando un buen rato cuando acabamos y, después, nos acompaña a la salida. Notable.

Su libro se titula Curando el mundo. Ambicioso, ¿no?

[Ríe] Bueno, creo que el título refleja bien mi trayectoria de los últimos 10 años, desde que desarrollamos mi técnica y empecé a expandirla por el mundo, enseñando a otros cirujanos de países en desarrollo. Ahí, en algunos casos, me di cuenta de que, realmente, podemos curar. En España, si no es conmigo, el paciente siempre va a tener un tratamiento, pero, fuera, opero casos complejos todo el tiempo y, por ejemplo, en África, si yo no iba a operar, eso no lo hacía nadie.

¿Por qué, entre todas las especialidades, eligió ser cirujano?

Porque veía que, con tus propias manos, podías curar. Era una acción que tenía una reacción inmediata. Hacer feliz a alguien quitándole dolor es mi vocación. De pequeño, quería ser cómico porque veía que, cuando la gente se reía conmigo, era feliz.

Las famosas manos del cirujano, que salvan vidas. ¿Cómo vamos de ego?

Fíjate que yo casi nunca digo que salvo vidas. En el primer mundo se salvan pocas: lo que hacemos es dar años, calidad y esperanza de vida a los enfermos: salvar, salvar, pocas veces. Pero en otras zonas, como en África, por ejemplo, sí las salvamos: allí, si tú no operas al paciente, se muere.

¿Responsabilidad autoimpuesta?

Sí, me metí en esta rueda hace muchos años, te va enganchando y es como que no puedes parar. Cada vez me complico más la vida. Cada vez quiero operar y cooperar más. No consigo frenar porque me da miedo que esta pasión desaparezca y me apague. Vivo con el estrés y con las expectativas de que lo tengo que hacer, lo debo hacer.

¿Es adicto al trabajo?

Bueno, soy adicto a la pasión, a esta adrenalina. Necesito sentirme vivo. Soy feliz haciéndolo, me encanta la sensación de ayudar a las personas que lo están pasando mal. Entonces, sí, soy adicto al quirófano: si no opero, me apago. Pero es que, para mí, no es un trabajo, sino un hobby. A mí me preguntas ¿qué harías este domingo? Y te digo que prefiero estar en el quirófano, resolviendo un caso complicado, viendo cómo lo hago, que tirado en el sofá viendo una película.

¿Qué desayuna? Yo quiero su energía.

Un plátano y un yogur. El plátano es por el potasio. Una vez, después de subir el Kilimanjaro aprovechando que estaba operando en Tanzania, tuve que irme más rápido de lo previsto, para coger un avión privado que me ponía un señor para operar a su esposa, me subió mucho la tensión arterial, la tuve alta bastante tiempo, me preocupé y me recomendaron el plátano. Será placebo, pero me funciona.

Y ahora, ¿cómo tiene los análisis? A los 50, suelen empezar las goteras, ¿no?

Perfectos, gracias. Soy joven: por dentro tengo 35. Me gusta envejecer, me encanta, no me teñiría nunca las canas, ni me pondría bótox. Me cuido, hago deporte, pero interiormente soy un niño. El mismo que quería hacer feliz a la gente. Es cierto que tengo mucho estrés, que tengo, como muchos cirujanos, picos de hipertensión muy serios, una vez, en una operación complicada me la tomé y tenía 200, pero la medicina es así, y nuestra especialidad, la más peligrosa de todas.

Al operar mediante un brazo robótico, no se mancha las manos de sangre. ¿Se olvida uno de operar a pecho abierto?

En absoluto. Hay casos en los que no hay otra opción. Ayer, en Bucarest, operé a un paciente con un tumor gigantesco, que invadía el diafragma, y tienes que cortarlo. Tengo mucha práctica, estuve muchos años haciendo trasplante pulmonar en A Coruña. Son operaciones muy bestias, muy, muy agresivas, que siguen teniendo indicaciones hoy en día. Pero cada vez son menos. Hoy, la mayor parte de los tumores se pueden operar de forma mínimamente invasiva, y es lo que quiero transmitir. En España, en la mayoría de hospitales se hace.

O sea, si mañana tengo cáncer de pulmón, ¿puedo operarme así en la sanidad pública?

Sí. Hoy, la cirugía mínimamente invasiva es la principal elección para tratar el cáncer de pulmón. El paciente tiene que saber que existe, y que se hace aquí, porque puede tener la presión de los médicos tradicionales, que no la van a hacer nunca, porque no la quieren aprender al tener que salir de su zona de confort.

Ahí, haciendo amigos entre los colegas.

La mayor parte de los cirujanos en la mayor parte de los hospitales más grandes de España la hacen, insisto. Hablo de algunos cirujanos que no la manejan, o no están cómodos con ella, y solo le ofrecen al paciente cirugías agresivas sin darle otras opciones.

Los médicos con mejores notas en el MIR eligen especialidades como dermatología. ¿Qué le parece?

Bueno, es una vida cómoda y una especialidad bonita: no tiene guardias, se gana bien en la privada. Yo no juzgo a nadie, cada uno elige la vida que quiere, y esa me parece perfectamente válida. Pero, en mi caso, la crisis vital la tuve cuando estaba en A Coruña, triste, desmotivado, con una novia, una casa y un perro, pero todo el día haciendo lo mismo. Hasta que decidí ir a Estados Unidos a aprender videocirugía, empecé a desarrollar mi técnica, la puse en marcha y ya no puedo parar. En lo que va de año, llevo dos vueltas al mundo, me lo dijo el otro día un fan que me sigue en Instagram y me lleva la cuenta [ríe].

Diego González, el 5 de marzo.
Diego González, el 5 de marzo.Bernardo Pérez

Estará forradísimo. ¿Para qué sirve el dinero?

Me sirve a mí. No me mueve el dinero, sino la cirugía y ayudar a los enfermos. Nunca voy a dejar de operar a alguien porque no tenga dinero. Ya no trabajo en el sistema público en España, porque hace mucho que tuve que salir para poder tener la libertad de viajar a operar y a formar. Pero a veces opero y doy masterclass en la sanidad pública. Si opero en la privada, me pagan. Si me llama un multimillonario y me pone un avión para operar a su mujer, como ha sucedido, me pagan. Con eso consigo vivir bien y, a través de mi fundación, poder operar gratis al 60% o 70% de mis pacientes por todo el mundo que ni pueden pagarme ni tienen otra oportunidad en la vida.

¿Ha operado a terroristas o a tiranos? ¿Tiene líneas rojas?

Un médico no las tiene. El juramento hipocrático obliga a preservar la vida del paciente, independientemente de su condición. Y, sí, los he operado. Hace poco he salvado la vida en China a un prisionero condenado a muerte que se intentó suicidar clavándose un punzón en el pecho. Y a un asesino de dos niños, en Israel. No le pido antecedentes a quien hay bajo la sábana.

Si no el dinero, ¿qué es el lujo para usted?

Ser libre. Sentirme libre. Viajo con una maleta de cabina. No facturo jamás. Si me voy para un mes, me lavo yo mismo la ropa en el hotel o donde me esté quedando. Voy en deportivas. Me gustan las Golden Goose, eso sí, pero solo llevo unas: las quemo en un mes y me compro otras.

También le gusta el foco, ¿no? Esta semana está en todas partes.

Sí, me gusta transmitir el conocimiento. De hecho, creo que fui de los primeros médicos del mundo que empezó a compartir vídeos de cirugías cuando nadie lo hacía, porque el concepto tradicional era todo lo contrario: no compartir, guardarse el conocimiento y que fuera exclusivo. Pero a mí desde pequeño me gusta comunicar, ya ves cómo hablo, me encanta contar cosas, mostrarme, soy un entusiasta. Cientos de cirujanos han aprendido con mis vídeos. Dudo que, entre virtual y presencialmente, haya alguien que haya formado a tantos cirujanos como yo.

¿Y le han salido competidores lumbreras?

Aquí no hay competición posible, se trata de extender la técnica. Y, sí, algunos de mis alumnos son top mundiales. Tengo a uno, palestino, que trabaja en Israel; otro en Reino Unido, en China tengo dos. Cada vez son más, y me encanta que así sea.

Sáquese tres defectos.

Soy impaciente, soy muy exigente en quirófano: me gusta que todo esté perfecto, y...

... le cuesta, ¿eh?

Bueno, también soy cabezón y testarudo: me gusta tener razón.

En las series de médicos y hospitales, quizá por la cercanía de la muerte, hay mucho sexo. ¿Realidad o ficción?

Hace mucho que no estoy en un hospital continuo y ya no tengo ese contacto continuado que claro que puede llevar a generar atracciones y líos, y hasta relaciones duraderas [ríe]. Ahora, mi casa es el mundo, soy un nómada, tengo otras formas de conocer personas y las aprovecho.

¿No echa de menos tener hijos? Esto siempre se lo preguntan a las mujeres y no a los hombres.

Bueno, no me gustaría casarme, porque no creo en el matrimonio, ni en firmar nada para toda la vida, no tiene sentido porque hoy nada es para siempre. Pero sí me gustaría tener hijos, uno o dos, en algún momento. Pero como me considero joven aún...

Ahí los varones tienen ventaja.

La tenemos, pero tampoco se puede pasar uno. Digamos que, si lo tengo, será pronto.

Tendrá que agendar la baja paternal de 16 semanas en su excel del año.

Uf, calla, me muero, me desinflo. Por eso digo que ahora mismo no es el momento. Quiero esperar un poquito más.

DE 'DIEGUINI' A 'DIEVINCI'

A Diego González Rivas (A Coruña, 51 años) le llaman Dieguini sus amigos de toda la vida y, ahora, algunos le llaman Dievinci, por el robot quirúrgico Da Vinci, que utiliza en sus operaciones. Lo cuenta él mismo, muerto de la risa, mostrando, estampada en una camiseta, la caricatura que le ha diseñado uno de sus "fans", tatuador profesional, con el flequillo cano esculpido a laca y los brazos del robot saliéndole de los hombros a modo de alas. Sí, fans. González Rivas habla de fans con la naturalidad de quien le da capital importancia a su labor como divulgador y formador científico. Después de dedicarse durante años a la cirugía torácica en A Coruña, "aburrido" de una "rutina" que incluía la realización de trasplantes pulmonares, decidió irse a Estados Unidos a aprender videocirugía robótica. El resto, está en la literatura científica. Creador de la una técnica que permite operar al paciente mediante una única incisión de escasos centímetros con cirugía toracoscópica o robótica, lleva más de 10.000 pacientes operados en 140 países y a otros tantos cirujanos formados en todo el mundo. Acaba de presentar Curando el mundo, un libro-crónica de sus viajes y experiencias dentro y fuera del quirófano. 

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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