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'Ajoblanco' cumple 20 años y da premios irónicos

Mario Vargas Llosa, galardón a la Jeta cultural

Con una fiesta en la sala Apolo, presentada por los cantantes Alaska y Miqui Puig, la revista Ajoblanco celebró anoche su vigésimo aniversario y la entrega de sus premios anuales a la creación cultural. Los conceptos que definen cada categoría están encabezados por las letras de la palabra Ajoblanco. Así que tenemos nueve galardones dedicados a la Audacia, la Jeta, la Originalidad, la Brillantez, el Lugar, la Artrosis, el No, la Cooperación y el Oportunismo. Este año, la votación de los lectores ha otorgado la J de Jeta al escritor Mario Vargas Llosa, quien ha dado una lección de humorismo a sus verdugos remitiendo una misiva a la redacción de la revista en la que divide a los lectores que tan poco le aprecian en cuatro categorías: "Letraheridos frustrados en sus empeños de ser admitidos en la Real Academia de la Lengua Española, atormentados escribidores finalistas del premio Planeta, dogmáticos nacionalistas catalanes y nostálgicos, del comunisino". Tras ironizar sobre la posibilidad de que la fiesta de Ajoblanco perezca pasto de las llamas y "sin desearles una severísima inspección de Hacienda que los ponga entre rejas", Vargas Llosa se despide de Ajoblanco tras recordar a su director que si quiere publicar la carta tendrá que satisfacer los derechos de autor en dólares, marcos o yenes.

El resto de los premios, considerablemente menos polémicos, se ha repartido de la siguiente manera: Audacia, el Gran Wyoming; Originalidad, Julio Medem y Ray Loriga; Brillantez, Juan Echanove; Lugar, Centro Reina Sofía; Artrosis, los reality shows; No, Lluis Llach y los insumisos; Cooperación, Greenpeace; Oportunismo, Ramoncín.

El número cero de Ajoblanco salió el 14 de abril de 1974. Seis meses después, la revista, de clara ideología libertaria, estaba en los quioscos dirigida por un triunvirato compuesto por Pepe Ribas, Toni Puig y Fernando Mir. En la actualidad, reciclado Puig en funcionario municipal y dedicado Mir a trabajos editoriales, la revista está en manos de Pepe Ribas, retoño de la alta burguesía catalana (heredó de su padre anticuario algunos cuadros noucentistes de mucho mérito) que abdicó del bufete de abogados que se disponía a acogerle para abrazar la acracia ilustrada.

Ribas abandonó la revista a finales de 1978 "porque estaba viendo con mis propios ojos lo que estaba sucediendo en el mundo libertario y no me gustaba nada. Ahí hubo un compló para acabar con el movimiento libertario y dejar Barcelona preparada para la oligarquía de los partidos y la falsa democracia que actualmente tenemos. Ahí se fraguó la generación sumisa que pronto será barrida por una Juventud que empieza a despertar y que no se traga las mentiras de sus mayores. Pero a los libertarios ya no hay quien los resucite: los mató la policía infiltrándose en los ateneos y repartiendo heroína".

Mano negra

Según Ribas, Barcelona había sido el centro cultural de España a comienzos de la transición, y una mano negra se encargó de que dejara de serlo: "Explicaré todo eso en un libro que estoy preparando, una especie de memorias que empiezan a mediados de los 70 y llegan hasta la actualidad. En ellas desvelaré los turbios tejemanejes de los políticos y todas las tramas que han conducido a la penosa realidad presente". Con la intención de que su ciudad despertara, Pepe Ribas se lío de nuevo la manta a la cabeza en 1987 y relanzó Ajoblanco. Según él, 30.000 ejemplares se venden en España y unos 25.000 son distribuidos en Sur américa. Para Pepe Ribas, los ajoblanquistas se dividen en tres sectores: "Líderes de opinión al ternativos (gente que pintará algo dentro de muy poco), gente que cree que la cultura sirve para cambiar las cosas y representan tes del poder en busca de referencias". Aunque niega la posibilidad de meterse en política, Pepe Ribas cree que la principal misión de su revista en estos momentos es acabar con la corrupción en el mundo de la cultura. Que la fuerza le acompañe.

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