El enemigo dentro de casa
Grupos ecologistas y Gobierno piden un consumo responsable y limpio de energía y agua en electrodomésticos
Una lavadora, una nevera o una bombilla tienen mucho que ver en la lucha contra el agujero de la capa de ozono, la lluvia ácida o el, efecto invernadero y el cambio climático. Bastaría con que, a la hora de comprar un nuevo electrodoméstico, los consumidores europeos descartasen aquellos modelos despilfarradores en energía para evitar de aquí al año 2015 la emisión a la atmósfera de unos 171 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2). La opción ecológica, en este caso, gratifica al consumidor con un sustancioso ahorro en la factura eléctrica y en la del gas.
No hay que dejarse engañar por la perspectiva de un ahorro inmediato. Ni tampoco pensar que la opción ecológica va asociada con lo más caro; aunque los electrodomésticos más baratos suelen ser precisamente los más despilfarradores en energía. Una bombilla de las llamadas compactas de bajo consumo de 100 vatios, por ejemplo, resulta mucho más cara (unas 3.000 pesetas) en el momento de la compra que cualquiera de las lámparas convencionales que apenas alcanza las 200 pesetas. Sin embargo, la bombilla cara dura ocho veces más y consume apenas un 20% de la electricidad que la convencional, lo que supondrá, a lo largo de su vida útil, un ahorro de 12.280 pesetas. La Guía del Ahorro publicada por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), subraya que, si en cada hogar español se sustituyesen las bombillas que más se utilizan por las compactas, la factura eléctrica disminuiría hasta un 20%.
Además, con este cambio se evitaría la utilización de una gran central eléctrica de casi 1.000 megavatios lo que, en un país donde la producción de energía eléctrica depende casi exclusivamente de centrales térmicas y nucleares, supondría el inapreciable ahorro en contaminación a la atmósfera de más de media tonelada de CO2 (dióxido de carbono), el principal responsable del efecto invernadero.
Etiqueta para compradores
Con el fin de ayudar al consumidor a distinguir entre electrodomésticos despilfarradores y ahorradores, la Unión Europea (UE) aprobó a finales de 1992 una directiva por la que se establece la obligación de ofrecer al comprador una etiqueta en la que pueda leer los datos relativos al consumo sin tener que sumirse en concienzudos estudios de los folletos. Según la UE, si los consumidores comunitarios se acostumbran a apreciar las ventajas del factor bajo consumo a la hora de comprar un nuevo aparato, para el año 2015 se habrán ahorrado 33 millones de toneladas equivalentes de petróleo y la contaminadora emisión a la atmósfera de 171 millones de toneladas de dióxido de carbono. En España, el Consejo de Ministros aprobó recientemente su aplicación en nuestro país, aunque está pendiente de una reglamentación por casos.
Los frigoríficos y congeladores, a los que en 1991 correspondía el 6% del gasto eléctrico de la UE, serán los primeros en llevar esta etiqueta el próximo año.
La organización ecologista Aedenat e instancias gubernamentales españolas coinciden en que el uso de electrodomésticos eficientes y ahorradores supondría una reducción del 40% de los gastos, de energía por usos domésticos, que ya ascienden en España al billón de pesetas anuales. Una cifra que, a diferencia del resto de los países comunitarios, no cesa de crecer, ya que sólo en frigoríficos y lavavajillas el ritmo de venta es de dos millones de aparatos por año.
Resulta especialmente interesante para el consumidor localizar las diferencias de consumo que pueden existir entre modelos similares de un mismo electrodoméstico como la nevera, que encabeza la lista de los aparatos indispensables y es uno de los que más consume debido a su continua conexión a la red. Hay marcas que necesitan hasta un 88% más de energía en modelos similares. Esta diferencia, al cabo de 10 años, supone un gasto de energía de 231.000 pesetas.
"Generalmente, aunque no siempre, el bajo consumo va ligado a un precio más alto de la máquina que suele ser compensado con creces durante el uso", explica Carlos Municio, de Aedenat. "Los compradores no se suelen fijar en ello, pero el espejismo del ahorro fácil se produce incluso entre modelos de una misma marca que, para adaptarse a la capacidad adquisitiva, tienen gamas caras y baratas", añade.
El agua, otro recurso escaso, tampoco escapa a estas consideraciones. Hay lavadoras que gastan hasta 108 litros por lavado, frente a otras que consumen unos 60. Si se une este factor al de la potencia, optar por el modelo de bajo consumo puede suponer un ahorro de 16 pesetas por lavado y de hasta 33.000 pesetas a lo largo de 10 años.
Como subraya Natividad Cifuentes, de la Unión de Consumidores de España (UCE), "estas diferencias pueden suponer al final de la vida útil del aparato un ahorro equivalente al precio de un electrodoméstico nuevo".
La UE prevé, en una segunda fase, una etiqueta ecológica que valore, además del consumo, el impacto ambiental de los electrodomésticos.
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