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El modelo del bienestar naufraga en Suecia

La crisis del sistema ha introducido el factor 'inseguridad' en la sociedad

ENVIADO ESPECIAL Suecia está dejando de ser el punto de referencia obligado para cualquier país que intente imitar su modelo de bienestar social, o al menos eso creen los suecos. La crisis del sistema, que durante décadas ha sido la envidia del mundo, forma parte de una crisis generalizada que ha introducido el factor inseguridad en una sociedad confortablemente instalada. El paraíso socialista sueco ha pasado a la historia. Un país dividido se enfrenta hoy al dilema de entrar o quedarse fuera de la Unión Europea (UE).

Para los partidarios de la UE, el ingreso es la mejor manera de exorcizar los fantasmas del futuro que se avecina. Para los detractores significa dar la puntilla final al modelo sueco y la entrega al extranjero.

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Los socialdemócratas nostálgicos, que gobernaron Suecia durante décadas, creen que con ellos en el poder se puede volver a los años dorados y salvar del naufragio al estado de bienestar, pero esa es una tarea que los suecos, en general bien informados, consideran imposible.

La parlamentaria socialdemócrata Kristina Persson mantiene que el Gobierno está destruyendo el sistema por razones ideológicas, aunque reconoce que hay razones presupuestarias.

No se quiere atemorizar en exceso a la población, y se habla de transformación del estado de bienestar. "No podemos continuar con el sistema como hasta ahora. La gente piensa que hemos tenido el mejor del mundo, y es dificil asumir que ya no es así", comenta Rutger Lindhall, director del Instituto sueco de Asuntos Internacionales. "El objetivo es privatizar todo a largo plazo".

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La realidad es aplastante. Suecia, con 8,7 millones de habitantes y 450.000 kilómetros cuadrados, ha pasado de tener uno de los crecimientos económicos más grandes del mundo a un crecimiento negativo del 1,5% (1993). El paro es entre un 8% y un 13%, según las fuentes. "Suecia está experimentando unos cambios drásticos y dramáticos", comenta Lindhall.

Para afrontar la crisis, el Gobierno de Estocolmo decidió negociar el ingreso en la UE. "Nuestra decisión estuvo determinada claramente por razones económicas" reconoce Ulf DinkeIspiel, ministro de Asuntos Europeos. Las negociaciones con los Doce concluyeron ayer y el objetivo es que el ingreso se produzca el 1 de enero de 1995, pero antes habrá un referéndum, en coincidencia con las elecciones generales del 18 de septiembre o inmediatamente después.

En ese objetivo, el Gobierno conservador cuenta con el apoyo de la. mayoría de los partidos políticos, líderes sindicales, empresarios y medios de comunicación en su totalidad. Hay también activos grupos sociales, como la organización Red de Ciudadanos, a Favor de Europa. Frente a este poderoso bloque trabajan asociaciones que intentan concienciar a la población de lo negativo del ingreso, como el movimiento No a la UE y los Socialdemócratas contra la UE.

Los dos bloques están empeñados en una fuerte campaña y a pesar de la superioridad del oficialista, los votantes no están nada convencidos. Muchos creen que el no será masivo.

DinkeIspiel considera que con las negociaciones concluidas habrá argumentos sobrados a favor del sí, aunque para los empresarios hay uno concluyente: el 55% del comercio exterior sueco depende de la UE, según explica Goran Tunhammar, director general de la Confederación de Empresarios: "No ingresar supondría pérdidas anuales de 7.000 millones de coronas", unos 119.000 millones de pesetas.

En el bloque del no abundan lo que muchos llaman mitos anti EU sin fundamento, y se centran sobre todo en cuestiones internas. La opinión pública fluctúa constantemente. Los sondeos realizados de 1989 a febrero de este año muestran una opinión volátil. Hoy los que quieren entrar en la UE son el 32%, el 40% no quiere y el 28% se mantiene indeciso. Las mujeres y los jóvenes son los que más se oponen. Las primeras, porque creen que dentro de la UE bajarán los impuestos para adaptarlos a Europa y se resentirán todos los beneficios sociales. Además, habrá invasión de extranjeros con derecho a los mismos beneficios. No habrá dinero para todos.

Los suecos temen también por la propiedad de la tierra. Los europeos de la UE podrán comprar tierras y los suecos creen que eso les diluirá en el magma de los 330 millones de europeos, y en particular en el de los 80 millones de alemanes, cuya proximidad temen. Otro mito es el de la pérdida de soberanía.

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