Desde el dominio de lo público

Cada día con mayor nitidez parece afirmarse la idea de que los conductos habituales del arte se están agotando o, al menos, no pueden cubrir la totalidad de las exigencias creativas de los artistas. Frente a la respuesta conceptual de desmaterializar el arte, los creadores del arte público pretenden una obra que por sus características reclama una materialidad y espacialidad que desborda las tradicionales salas de museos y galerías.Por esta razón, el espacio urbano y el medio rural cobran un renovado interés para los artistas actuales. Pero tanto los comitentes públicos como los artistas y los ciudadanos adolecen de suficiente experiencia para encargar, crear y disfrutar, respectivamente, este nuevo tipo de obras. Por eso, cualquier iniciativa, como la exposición Espacios públicos. Sueños privados, que ayude a acumular experiencias con respecto al arte público, debe ser bien recibida.

Esta muestra es necesariamente interesante porque recoge veinte trabajos de trece artistas presentándolos en la fase de proyecto para intentar mostrar tanto las ideas como los métodos de elaboración, es decir, cuando se encuentran en ese punto en que los trabajos tienen toda la frescura creativa y no han tropezado aún con las condiciones de la dura realidad que plantean la ejecución, el enfrentamiento con el medio real y el desgaste del tiempo.

Dada la ausencia de exposiciones sobre arte para espacios públicos, es posiblemente ésta una de las muestras más interesantes de la temporada, no tanto por las obras en sí como por el tema que poco a poco va calando en la sensibilidad y la conciencia de los artistas y de la sociedad española.

Pero la falta de experiencia, a la que aludíamos antes, se denota también en los comisarios de la muestra, que se han limitado a elegir un grupo de artistas, muy conocidos y significativos todos ellos, pero que no han profundizado en los contenidos, problemas y experiencias de un tipo de arte que, a pesar de su novedad expositiva en España, tiene una larga tradición teórica. Un escueto texto de presentación en el catálogo sin ningún estudio sobre el fenómeno del arte público, resta interés a una muestra que debería haber sido el inicio de un necesario debate.

Con todo, desde el punto de vista de las obras, hay que destacar algunos de los trabajos: una fuente para Bruselas, de Miquel Navarro, en la línea de sus anteriores experiencias urbanas; una obra de Sergi Aguilar, formada por cuatro inmensas siluetas en una playa de Tarragona; una pieza para la ciudad francesa de Auch, de Jaume Plensa.

Eva Lootz y Mitsuo Miura, desde la mejor tradición del land art, presentan dos proyectos interesantes, así como la metáfora irónica sobre la restitución de la naturaleza de Desescultura de Perejaume. Por su parte, Soledad Sevilla también trata de una restitución, la del patrimonio cultural, con su recreación del expoliado claustro del palacio de Vélez Blanco.