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CITA CON EL ARTE EN MADRID

El Arco más conservador

El riesgo y la experimentación de los ochenta quedan sepultados por la actual crisis económica

La decimotercera edición de Arco que hoy se abre al público en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo, de Madrid, ofrece un panorama tan sólido y ordenado como conservador. No hay nuevas tendencias ni parece que haya nombres tan fundamentales como recientes por descubrir. Es todo tan poco arriesgado y mínimamente revolucionario que el paseo entre las 143 galerias participantes produce la sensación de "ya visto". La feria, que permanecerá abierta hasta el próximo martes en un horario continuo de 12.00 a 21.00, fue inaugurada oficialmente anoche por la infanta Cristina. La feria ha separado el programa cultural del mismo recinto para llevar al centro de la ciudad las actividades sobre Bélgica en Arco y la exposición Recorridos fotográficos.

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Cuando la consigna parece ser que ya se vislumbra luz al final de la terrible crisis, es precisamente cuando las consecuencias de la misma se muestra en todo su esplendor. El conservadurismo se ha adueñado de artistas y mecenas. El riesgo queda descartado porque la aventura no parece ser lo más recomendable y el espíritu descubridor y experimental de los ochenta ha quedado sepultado por la endeblez económica de los noventa. El galerista catalán Carles Taché cree que la respuesta a esta situación no debiera ser el inmovilismo, sino que el riesgo es el único bálsamo capaz de suavizar los efectos de la crisis. Y por si acaso sirve. de remedio, el galerista exhibe 5-000 herraduras, obra de Eduardo Arroyo, que han sido adornadas con símbolos vagamente cabalísticos contra el mal fario. Y a un precio tan poco escandaloso como 20.000 pesetas. Es una posible herramienta definitiva contra la crisis y sus secuelas.La galerista Juana de Aizpuru también se ha puesto las pilas para estos tiempos de irrelevante actividad económica. Con la escasa voz que las frías corrientes del recinto la han dejado, Aizpuru proseguía ayer su campana para encontrar suficientes donantes como para reunir los 34 millones de pesetas que costaría una obra de Bruce Nauman que ella misma vendería para ser regalada posteriormente al Museo Nacional Reina Sofla.

143 espacios

Lo que esta decimotercera edición de Arco ofrece indiscutiblemente a los visitantes es orden y organización por todas partes. Ayer por la mañana casi todos los expositores alababan la distribución de los espacios y las facilidades para exponer sus obras en las mejores condiciones posibles. El paseo por la feria arranca con los dos stands montados por EL PAÍS para la revista cultural Babelia y El País Semanal con fotografías de Alberto Schommer, el mejor retratista contemporáneo, y con dibujos de Antonio López, el máximo maestro del realismo de este siglo. Divididos en dos plantas se encuentran los 143 espacios montados por galeristas españoles y extranjeros.

Si el certamen se ha ido depurando edición tras edición, parece ya desaparecida la sensación de batiburrillo repetitivo que en muchas ocasiones sólo conseguía aturdir y confundir a los visitantes. Hay repeticiones. Son varios los nombres españoles (Barceló, Tápies, Chillida) que se pueden ver en diferentes stands, aunque predominan los espacios dedicados a los artistas propios de cada galerista, más que a la exhibición de los fondos propiedad del establecimiento de turno, sobre todo en las galerías españolas, aunque no así en las extranjeras.

En general se apuesta por lo seguro. Por ejemplo, mientras la norteamericana Marlborough exhibe piezas de Fernando Botero, Antonio López, Luis Gordillo o Manolo Valdés; la galería británica New Art Centre se arriesga con esculturas, dibujos e incluso un tapiz de Henry Moore. Incluso los colombianos de la galería Luis Pérez han renunciado a dar a conocer artistas de su país para exponer al madrileño Fernando Bellver, de quien se exhibe una amplia colección de esculturas y grabados. Bellver no puede evitar seguir los pasos de los artistas con quienes más ha trabajado como grabador. Su obra entronca con lo que en un momento dado, a principios de la década de los setenta, fue calificado como pop español y que está representado en los trabajos del desaparecido Equipo Crónica y, en la actualidad, por Eduardo Arroyo.

Muchas de las galerías extranjeras han optado por la técnica del escaparate muestrario, sin arriesgarse por un artista o un movimiento determinado. Ni siquiera han elegido a gente de su propio país. Los italianos son quizá los que más han abusado de ese escaparate, acumulando obras de lo más diverso, con nombres indiscutibles como Tápies junto a perfectos desconocidos de escaso valor. Todo lo contrario sucede con las galerías portuguesas, que en número de siete han acudido este año a Arco 94. Nuestros vecinos contemplan la feria como la mejor oportunidad de penetrar en el mercado europeo e internacional y no han querido desaprovechar el viaje. Artistas como Rogelio Silva, de la galería Novo Seculo, o la instalación de Alberto Carneiro en Pedro Oliveira, serían un buen ejemplo de las posibilidades que ofrece el arte contemporáneo portugués.

A destacar también el esfuerzo económico de algunas comunidades autonómas para estar presentes en Arco. Además de Los Universos Lúcidos que reúne a artistas de seis galerías barcelonesas, comisariada por Manuel Clot, también Galicia y Aragón, entre otros, han subvencionado a sus galeristas.

Ésta será la última feria de Arco que se celebre en el pabellón de cristal de la Casa de Campo madrileña. Para el próximo año está previsto el regreso al recinto ferial de lfema, donde ya estuvo ubicada hace dos años. Aquella cita fue duramente criticada por lo inadecuado de su diseño y su espacio, pero los imponderables, esta vez en clave de coste del alquiler, recomiendan la vuelta. Quienes este año no han faltado a la cita son algunos de los grandes popes del arte actual, como el crítico Joachimides o el galerista Leo Castelli.

Esta iriformación ha sido elaborada por José María Martí Font, Fernando Huici, Javier Maderuelo y Ángeles García.

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