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Las nucleares españolas han producido ya más de 1.300 toneladas de residuos de alta radiactividad

La gestión de la basura atómica costará a los españoles más de un billón de pesetas

Otra vez cifras de ésas que hacen perder el sentido. Las nueve centrales nucleares españolas han generado ya 1.307 toneladas de residuos de alta radiactividad; de combustible de uranio gastado, muy peligroso. La gestión de estos desechos atómicos costará a los españoles más de un billón de pesetas. Sólo el cementerio definitivo de basura, tan especial se llevará 326.000 millones. Para pagarlo, cada español dará este año a la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA) el 1,1% de su factura por consumo de electricidad. Algo parecido a lo que se viene pagando desde hace 10 años.

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El proceso es largo y muy costoso. Según explica Mariano Molina, jefe de comunicación de ENRESA, "lo importante en este asunto es dar cada paso con total perfección y seguridad; la rapidez es menos importante". No es para menos: el material manejado conserva su carga letal durante decenas de miles de años. La magnitud de su poder destructor es enorme; muy difícil de calcular si los isótopos radiactivos llegan a ser esparcidos por el agua. Para explicarlo brevemente, se podría aplicar la misma escala de riesgos que los escapes en las centrales nucleares.Las nueve instalaciones de energía nuclear han generado desde que se pusieron en marcha casi 5.000 barras de combustible gastado (elementos irradiados, en argot de ingeniería nuclear); que traducido en peso son 1.307 toneladas de uranio. Las instalaciones de Cofrentes, con 221, y Almaraz 1, con 203, han sido las que más basura nuclear han producido, según los últimos datos disponibles de ENRESA. Y todo eso está metido en unas piscinas, situadas en cada central. Se calcula que cuando se clausuren los nueve reactores habrá que gestionar unas 5.000 toneladas. Una herencia poco deseable para las próximas generaciones.

Almacén en piscinas

Las piscinas de cuatro centrales están al borde de la saturación. La de Trillo, a pesar de ser la central más nueva -entró en funcionamiento en 1988- será la que antes se llene, en 1996. ¿Razón? Sencilla. Es pequeña la piscina. Las de Zorita y Garoña quedarán repletas en 1998, y la de Cofrentes, en 1999. Ignacio Lequerica, subdirector de centrales nucleares en el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), explica que los dos reactores de Alcaraz y los dos de Ascó han conseguido ampliar la capacidad de sus piscinas hasta bien entrado el próximo milenio gracias al reracking; o sea, han hecho más tupida la trama de bastidores donde van colocadas las barras de uranio gastado. Esta posibilidad la está barajando también la central de Trillo, la que ahora mismo tiene más urgencia por buscar nuevas vías de almacenamiento.

Para disponer de un recambio a las piscinas, ENRESA está poniendo a punto unos contenedores metálicos para convertirse en herméticos ataúdes de estos residuos, para almacenarlos en seco a medida que se vayan sacando de las piscinas y después transportarlos hasta el cementerio definitivo. Según Lequerica, 10 años sumergidos en agua es el tiempo mínimo que ha de permanecer el combustible gastado hasta que se enfríe. En cada contenedor caben 26 de los citados elementos. O sea, que para guardar todos los elementos que ahora están sumergidos en piscinas harán falta casi 200 contenedores. Comienzan aquí los cálculos de vértigo. Mariano Molina tasa en un millón de dólares el coste de cada contenedor, cuyo diseño básico es estadounidense, aunque está previsto que la fabricación se haga en España.

Piscinas junto a cada reactor nuclear, y después contenedores metidos en edificios en las instalaciones de cada central. Lequerica explica que habría sido más aconsejable, para facilitar una mejor gestión y un mejor control, menos caro y más seguro, el almacenamiento provisional centralizado; o sea, que en vez de guardar cada instalación nuclear lo suyo, estuviera todo en un mismo sitio. De hecho, es la fórmula por la que se han decidido muchos países con energía atómica. Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Suecia cuentan con piscinas centralizadas. Pero el rechazo social ha impedido encontrar un sitio en España donde ubicar ese almacenamiento temporal. Nadie lo quiere cerca. Aunque el trastorno es para las centrales, el gasto es para todos. La empresa pública ENRESA corre con los gastos de toda esa manipulación de residuos radiactivos: los gastos de piscinas y contenedores están calculados en 156.000 millones. Para afrontar todas esas inversiones, ENRESA tiene ya ahorrados 133.000 millones.

Críticas ecologistas

Ese rechazo social será uno de los escollos principales para el cementerio definitivo de los residuos nucleares de alta actividad (los de baja, los que producen otras instalaciones nucleares, como hospitales y laboratorios de investigación, están almacenados ahora en El Cabril, en la sierra cordobesa de Hornachuelos).

Una de las bazas principales de las organizaciones ecologistas en su crítica a la energía atómica es precisamente lo problemático y costoso de tratar los residuos radiactivos. Ladislao Martínez, experto en energía nuclear y portavoz de la Asociación Ecologista para la Defensa de la Naturaleza (Aedenat), explica que dentro de esos residuos, aparte del uranio irradiado, hay subproductos -transuránidos-, como el plutonio, cuya radiactividad tarda unos 100.000 años en caer a niveles inofensivos. "¿Quién puede asegurar una ubicación segura durante 100.000 años?", pregunta Martínez. Y explica que estos elementos, aparte de su radiactividad, son altamente tóxicos: "La milésima parte de un miligramo de plutonio, inhalada, produce cáncer".

Mariano Molina cuenta que los planes de ENRESA y el Ministerio de Industria son designar el abanico de emplazamientos posibles hacia el año 2000, aprobar la ubicación concreta y definitiva del cementerio hacia el 2015 y poner en marcha las instalaciones en el 2020. Un proceso largo, caro y complicado. ENRESA tiene un plan de inversiones que llega hasta el año 2055. No hay que olvidar que la vida útil de las centrales españolas está calculada en 30 años. Después entrarán en parada definitiva y en un plazo de 5 a 10 años se procederá al desmantelamiento total. Según eso, Zorita, la más antigua, quedará fuera de servicio en 1998; y Trillo I, la última, en el 2018.

Pero todo queda reducido a un grano de arena si se compara con la duración de la carga peligrosa de esta basura. En el año 31993 esas 1.307 toneladas conservarán buena parte de su capacidad radiactiva destructora. Y no se puede hacer nada; sólo guardarlos muy, muy bien y esperar a que se les pase esa increíble mala leche.

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