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Dinero, simpatía y esposa

El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, trajo a Moscú lo mejor que tiene: su dinero, su simpatía, sus programas de televisión y, por supuesto, su esposa. Hillary Clinton se sumó ayer al séquito del presidente para dejarse ver por los hospitales y las calles de la capital rusa, aunque bien es verdad que de una forma discreta, sin poner demasiado en evidencia a Naina Yeltsin, una mujer sencilla a la que su marido metió en esto del protocolo casi contra su voluntad, y que se prodiga poco en acontecimientos sociales.

Hillary se olvidó del feminismo y se limitó a regalar unos juegos a unos niños enfermos, -"¡Oh! Es distinta a como sale en la televisión", exclamaban- y a compartir un poco de salmón ahumado y pan ruso con otras esposas de políticos en un lujoso comedor del Kremlin.

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Hillary Clinton se perdió la cena del jueves en la dacha del presidente Borís Yeltsin, una casa oficial construida el siglo pasado por un tío de Nicolás II, el último de los zares rusos.

Pero llegó a tiempo para recibir el honor de dormir anoche con su marido en una. de las habitaciones del Kremlin, donde antes se alojaron también el rey Juan Carlos, el ex presidente norteamericano Richard Nixon y la ex primera ministra británica Margaret Thatcher.

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