_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Crisis coyuntural o algo más?

Otra vez cobra actualidad la crisis del sector de automóvil. La política económica del Gobierno ha tenido resultados inmediatos: contracción de la demanda y caída de las ventas. Esto ha llevado a expedientes de empleo y ajuste de plantillas. Hablar de crisis del sector refiriéndose a la caída de las ventas en relación con periodos anteriores próximos en el tiempo no es buen indicador para analizar la crisis. Sólo un análisis de un conjunto más amplio puede dar idea de cuál es el verdadero alcance de la crisis. El sector ha sufrido en los últimos años profundas transformaciones y hoy, en el marco de la Unión Europea, experimenta una reestructuración que conllevará concentraciones y acuerdos recíprocos entre distintas marcas, nuevas relaciones con los suministradores y subcontratas, y una dura competencia por el territorio, en la medida en que la Unión Europea se ha convertido en el campo de lucha entre las multinacionales europeas, japonesas y estadounidenses. La crisis de Seat-VW se enmarca en este proceso de reestructuración.Hablar de crisis del sector del automóvil español, cuando éste se compone de empresas filiales de multinacionales estadounidenses y europeas, resulta un tanto inapropiado. La falta de autonomía de los fabricantes situados en España hace que el futuro del sector dependa de la estrategia global de las multinacionales instaladas en la Unión Europea y de su batalla con la competencia japonesa.

Más información
Niebla densa en el Pisuerga
Ni un camión
Largo adiós para la Zona Franca
El eclipse de Nissan

La industria de automoción de nuestro país ocupa el sexto lugar de la producción mundial. Está especializada en la exportación y en los vehículos de menos cilindrada. Importa tecnología y recibe las innovaciones tecnológicas experimentadas en las casas matrices. Su actividad en I+D se limita a un cierto seguimiento en el control de resultados de los modelos producidos y no a la creación de capacidades tecnológicas propias. En los últimos 10 años se han perdido más de 10.000 puestos de trabajo, a través de bajas incentivadas y jubilaciones anticipadas con el apoyo de fondos estatales. Mientras los incrementos de productividad han sido enormes, los gastos de personal se han reducido y el peso de los costos laborales ha disminuido en el valor de un automóvil.

El futuro del sector del automóvil en nuestro país dependerá del papel que puedan desempeñar las filiales dentro de su grupo, de la política económica y tecnológica del Gobierno en el contexto comunitario, de la actitud de la patronal y de las posiciones del movimiento sindical frente a qué temas abordar en el desarrollo del sector.

Las filiales necesitan avanzar en su integración dentro de las multinacionales en el proceso productivo, que abarca desde el I+D hasta el desarrollo de nuevas tecnologías de proceso y producto. No dar este paso es quedar limitadas a un papel de colchón de seguridad de las casas matrices, expuestas a los vaivenes del mercado y a los reajustes que se producirán entre multinacionales.

La apuesta del Gobierno de apoyar una competencia basada en la flexibilización de la mano de obra en vez de impulsar un mayor grado de formación y cualificación profesional y técnica tiene el inconveniente de que siempre estará limitada por la aparición de nuevos competidores con peores condiciones de trabajo. Desde nuestro punto de vista, la política que debería impulsarse sería el desarrollo de planes de I+D en cooperación con las propias compañías y los organismos públicos para desarrollar capacidades tecnológicas propias.

Tres aspectos adicionales pero fundamentales en los que la política del Gobierno debería incidir son: la mejora de las infraestructuras industriales del país, la adecuación de la fiscalidad a la situación comunitaria y la definición de un modelo de empresa comunitaria que en el marco de una normativa sobre sociedades anónimas europeas marque los límites de la actuación de la empresa en el ámbito de la comunidad.

Hay otros problemas que afectan a esta industria, como son la relación entre fabricantes y empresas auxiliares, la burocracia y el despilfarro de las gerencias, los daños medio ambientales y la congestión del tráfico. El gran interrogante es si se tomarán las medidas que permitan al sector hacer frente a los retos que se le plantean a medio plazo.

Ramón Górriz es responsable de Automoción de la Federación Minerometalúrgica de CC OO.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_