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EL 'CULEBRÓN' DEL TEATRO

'Tutto è silenzio'

El teatro Real de Madrid es hoy, envuelto en lonas, como un Christo sin encanto. No tiene quien le quiera. Pensado para ser reinaugurado en 1991, y así aprovechar la locura de espectáculos del 92, aún no se sabe a ciencia cierta cuándo abrirá y con qué. Su reino es el del silencio. Los viejos fantasmas se han apoderado de un edificio emblemático, símbolo en cultura del desencanto y el misterio.Los interrogantes se multiplican alrededor de este buque fantasma de la ópera en España, esperanza un día de convertirse en el gran teatro lírico del sur de Europa y en el revulsivo musical de una ciudad que tiene muy cerca el Museo del Prado, la Thyssen o el Reina Sofía, lugares y estéticas en los que apoyarse y a los que complementar.

El teatro de la Zarzuela tiene ya ultimada su temporada operística del 95, detalle más, detalle menos. ¿Y el Real? Con un director musical sin orquesta, un director de coros sin voces,- proyectos arquitectónicos que se suceden en la oscuridad, y la falta de transparencia de una Administración cómplice y en última medida responsable del desaguisado, el teatro Real continúa sin tener un director artístico, o director general, o llámese como se quiera, de altura intelectual y organizativa capaz de definir y desarrollar un modelo de funcionamiento coherente y lúcido. Junto a unos objetivos artísticos ambiciosos a la medida que Madrid necesita y aspira.

No es cuestión de dinero, sino fundamentalmente de imaginación. Ejemplos cercanos tenemos, como el de la ópera de Lyón, de lo que es reconvertir un teatro y arrancar con una programación atractiva. Madrid es, no obstante, mucho más. Con un Liceo de Barcelona en horas bajas y con una estructura de teatros y ciudades interesados por la ópera a lo largo y ancho de la geografía ibérica, el teatro Real debe ser el catalizador definitivo que impulse a nivel nacional la ilusión del teatro lírico en este país. Es tan evidente que hay que pedirlo a gritos, aunque el grito sea lo más opuesto al bel canto.

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