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HUIDA DE CUBA

"Mi padre es un tirano"

Extractos del libro 'La hora final de Castro', del periodista argentino Andrés Oppenheimer

Si había una mujer en Cuba con un padre más famoso que Gilda Guevara era Alina, la única hija conocida de Fidel Castro. La historia de su vida tenía los rasgos de una novela de televisión.Su madre Natalia, Nati Revuelta -una espectacular rubia de ojos verdes que se movía en los círculos aristocráticos de Cuba-, había mantenido una relación pública con Castro a mediados de los años cincuenta, mientras aún estaba casada legalmente con el conocido cardiólogo Orlando Fernández. Alina era hija de Castro pero fue inscrita con el apellido de Fernández Revuelta para ocultar lo que habría sido un escándalo social.

Cuando Fidel desembarcó en Cuba con su fuerza de 82 expedicionarios procedentes de México, pocos meses más tarde pidió a Nati que se uniera a él en las montañas. Según dijo, quería que ella fuese la primera dama de Cuba. Nati rehusó diciendo que no podía dejar sola a la niña. Fidel nunca se lo perdonó. "1jaetí perdió el tren... Nati perdió tren", diría Fidel más tarde a un íntimo colaborador.

Dos años más tarde, cuando Castro tomó el poder, el esposo de Nati partió para Estados Unidos con la otra hija de la pareja. Nati y Alina se quedaron solas en la gran mansión de la familia en La Habana. Castro comenzó a visitar regularmente a Nati y reconoció abiertamente ante los amigos que Alina era su hija. Fidel le dio a Nati varios empleos en el Gobierno. En 1964, envió a Nati y a Alina a París, donde Nati desempeñó un cargo diplomático en la Embajada cubana. Cuando, dos años después, madre e hija regresaron a Cuba, las visitas de Fidel se harían más breves y espaciadas. Castro vio a Alina esporádicamente durante los años setenta y ochenta. Castro asistió por lo menos a una de las cuatro ceremonias matrimoniales de Alina. Pero a mediados de los años ochenta padre e hija tuvieron un fuerte altercado por el matrimonio de Alina con un empresario mexicano y por su deseo de salir del país. Después se vieron una sola vez más: en la recepción en la Embajada francesa el día de la toma de la Bastilla en 1988. Alina lo buscó entre los presentes. Los dos se abrazaron y conversaron cálidamente unos minutos.

Una mujer esbelta de pómulos salientes, acostumbrada a que le notaran su parecido con la actriz Geraldine Chaplin, Alina había trabajado como modelo durante varios años.

Cuando sus peticiones de abandonar el país fueron repetidamente rechazadas a pesar de su matrimonio con un ciudadano mexicano, Alina se tornó cada vez más impaciente. *

Pocos meses más tarde, mientras Alina continuaba esperando su permiso de viaje, la revista española Tiempo publicó una información en la que se afirmaba que Alina había expulsado una vez a su padre de su casa y que se había quejado porque en cierta ocasión Fidel no le había regalado más que una caja de gaseosas en una de sus bodas. El artículo citaba a Alina afirmando que a Fidel "habría que darle una medalla por haber hecho tan buen trabajo destruyendo el país durante los últimos 32 años". Alina desmintió el reportaje.

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Cuando la visité por primera vez, pocas semanas después de que la historia hubiera aparecido en la revista española, se la veía frágil y deprimida. Sus peticiones cada vez más enérgicas de poder viajar al exterior habían hecho tensas las relaciones con su madre. Sin trabajo, peleada con su poderoso padre, incapaz de salir del país y extrañando a su marido mexicano, que había partido de Cuba tiempo atrás, la vida de Alina era un desastre. Pero de ningún modo parecía una persona mentalmente desequilibrada como los funcionarios oficiales pronto intentarían sugerir a quien inquiriese por la rebelde hija de Fidel.

En la sala de estar de su apartamento, en la zona residencial de Nuevo Vedado, había fotos de su madre, de Marilyn Monroe, de ella misma y una imagen dé Jesucristo. No había ningún retrato visible de Fidel Castro.

Alina me pidió que no habláramos sobre la relación con su padre. Castro siempre había mantenido un secreto obsesivo sobre su vida privada para proyectar una imagen sobrehumana. Alina no deseaba irritar todavía mas a su padre revelando secretos de familia.

¿Qué pienso del socialismo en Cuba? Solía creer en él cuando era muy pequeña", dijo Alina. "Pero ahora el socialismo cubano es un callejón sin salida, lo asocio con el derrumbe económico, con la escasez de alimentos".

¿Qué le molestaba más de la vida en Cuba?

"Es muy desgastante vivir en pie de guerra permanentemente, durante tantos años. Cuba siempre está en estado de guerra, sea porque empieza una guerra o porque termina otra. ¿Entiendes lo que significa eso? Nunca hemos vivido en paz". Odiaba el lema de su padre Socialismo o muerte.

No podía soportar la limitación sistemática de las libertades personales. "Lo que más me molesta es la desinformación, la falta de noticias, de literatura. No conseguimos libros, no sabemos qué se publica en el exterior". Lamentó las restricciones que el Gobierno imponía a los viajes al extranjero.

"Soy un ejemplo de mi generación", continuó Alina. "Mí generación es la más perturbada de todas. Se suponía que nosotros debíamos recoger la antorcha de nuestros padres. ¿Y qué ha sucedido? Nos encontramos con que todo está hecho, todo está resuelto, y es intocable. No se nos permite hacer nada... Nos sentimos frustrados, inútiles. Crecimos creyendo en la mística de la revolución, pero más tarde comprobamos que teníamos las manos atadas".

¿Qué va a pasar en Cuba? "Debe haber una apertura inmediata, si no ideológica por lo menos económica, y una cosa conduce a la otra. No creo que la gente pueda soportar mucho mas este nivel de tensión. Es necesario que haya una apertura y debe venir de arriba".

¿Permitiría su padre una apertura del sistema que él había controlado tan férreamente durante tanto tiempo? Ella así lo esperaba, pero lo dudaba. Y no quería conjeturar sobre la posibilidad de que otros ordenaran las reformas por encima de la cabeza de Fidel.

. ¿Veía a Fidel Castro como un dictador? "Cuando la gente me pregunta si es un dictador, le digo que no es la palabra apropiada... En rigor, Fidel es un tirano. He consultado las dos palabras en el diccionario. Un dictador es una "persona a quien se otorgan poderes absolutos para afrontar una emergencia nacional por un periodo trarísitorio"; un tirano es un "gobernante absoluto, sin limitaciones legales, que usurpa los derechos del pueblo".

"Nadie se atreve a darle malas noticias, nadie", me. dijo Alina. "Es Dios".

"¿Y tú has tenido conversaciones políticas con él en tu vida adulta?", le pregunté.

"sí."

"¿Y él te escucha?".

"No está acostumbrado a escuchar. Él le explica las cosas a uno".

"Como si tu no entendieses...

"No, no como si yo no entendiese... como si yo no estuviese allí".

Andrés Oppenheimer es periodista argentino, galardonado con el premio Ortega y Gasset de periodismo de este año. Autor de La hora final de Castro, publicado por Javier Vergara editor.

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