La semilla de una obra

Aislar el trabajo sobre papel, en este caso los dibujos y los gouaches, del resto de la obra en un artista totalizador, en cuanto a su dedicación multidisciplinar, como es Palazuelo, se muestra a todas luces insuficiente para valorar la extensión y profundidad de una trayectoria en apariencia simple y lineal, pero en el fondo, extraordinariamente compleja y evolutiva.Sin duda, el dibujo en el caso de Palazuelo constituye el espacio primordial que recibe la semilla generadora de la obra, donde se proyecta la arquitectura donde pasará a residir la forma, donde, en definitiva, el pintor escenifica por primera vez los paisajes ideales de su pensamiento, "indefinidos y vacantes", como los definió Claude Esteban.

Desde 1987 hasta la actualidad, continuando con su trabajo en series abiertas de estructuras geométricas, como las que se presentan ahora: Diferencias, Sinensis, Similitudes, Oval, Umbrío, Laberinto, Reflejos, Sucesión, Marín, Conjuncionis o Transverse, Palazuelo se ha dejado llevar por la dinámica y el orden íntimo de la forma, por otra parte más biológico que matemático, cuyas fuerzas, una vez desencadenadas en un natural efecto multiplicador, han ido construyendo, tejiendo mejor dicho, un enigmático entramado donde conviven la forma, el color y el espacio, y, lo que en definitiva es lo importante, traduciendo una manera de ver y pensar el mundo.