La Compañía le quiere vivo

Javier Repullés, de 65 años y ordenado hace 28, dejó la huelga de hambre el día 3 por indicación de sus superiores de la Compañía de Jesús. "Es muy fuerte, pero creo que prefieren que siga vivo, dentro de la Compañía, a muerto fuera", aventura. Repullés, alma de la reivindicación, pensaba si era necesario dar su vida por conseguir que el 0,7% del Producto Interior Bruto vaya al Tercer Mundo. No se trata de nada nuevo, sólo una resolución de las Naciones Unidas.Había iniciado su gesta 20 días antes, en unión de cinco personas, con 62,5 kilos. Perdió seis. Pero su cuerpo no había dejado su compromiso radical con los pobres. Topó con el cuarto voto, el voto de obediencia. José Fernández Martos, responsable de la Compañía para la provincia de Toledo, insistía cada día en que abandonara. "Me situó en un conflicto de conciencia; sentí mucho dolor, pero pensaba que debía actuar con humildad y fiarme de lo que me pedían mis superiores".

La cantinela del padre Fernández fue constante y machacona: "Haces más viviendo que muriendo". Repullés obedeció. Pero sigue con los huelguistas. Cada día celebra misa ante ellos.