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Un compromiso sin gestos

El ambiente previo a la declaración pública de la concesión del Premio Nobel de Literatura es, para muchos (me incluyo), un ejercicio de especulación anual, por la extraña geopolítica que durante tantos años pareció que seguían los jcadémicos suecos. Una política quebrantada últimamente cuando se auguraba que, después de Nadine Gordimer, tendríamos otro largo invierno sin "galardonadas". (Las tendencias misóginas de la Academia sueca ya habían sido advertidas hace años). No obstante, en un año sin mucho ruido previo aparece la sorpresa: una escritora afroamericana de los Estados Unidos, Toni Morrison.Otro ejercicio paralelo al Nobel es la consulta de enciclopedias y libros de referencia, lo que en el caso de Morrison ha dado alguna que otra sorpresa, nacional e internacional. Por ejemplo, Morrison ni siquiera figura en la edición de 1983 de los dos volúmenes de American Women Writers, cuando sus lectores sabemos muy bien que es una autora. importante desde 1973 en que publicara Sula, un premio Pulitzer por Beloved (1987) y la autora de La canción de Salomón (1977), y que al año de publicación original hemos podido tener al alcance, la versión castellana de su, por el momento, última novela, Jazz (1992).

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Cuando la conocimos en Barcelona en 1986, nos habló (eufemismo para decir que nos leyó, con una gran voz, un gran sentimiento) de Memoria y creación, algo que siempre ha sabido hacer Toni Morrison como aquella gran escritora nórdica: la localización geográfica que ahora mismo le otorga el codiciado premio. Nos referimos a Karen Blixen (o Isak Dinesen, como gusten) y esa extraordinaria capacidad narrativa, sierva de la tradición oral que, a nuestro juicio, tienen estas dos escritoras lejos en el tiempo, aunque no en el siglo.No sé si en 1986, Morrison decidió el título, Memoria y creación, para presentarse al público de Barcelona (o lo hizo Sam Abrams, su presentador, o John Zvereff, .director del centro); en cualquier caso resultaba perfecto. Como sus declaraciones recientes en Estrasburgo, reflejadas en EL PAÍS (7 de noviembre), "hay diferencia entre compromiso y gestos". Sin duda. En cualquier caso, su gesto narrativo, desde The Blues Eyes (1970) a Jazz, que tiene tanto de compromiso con los suyos, sigue incólume mientras esperamos Paradise, la nueva entrega novelística de Morrison que ni un Nobel ha detenido. En Suecia, hoy mismo, sin duda se rinde justicia poética.

Marta Pessarrodona es escritora y crítica literaria.

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