El embargo, un arma blanca
Desde hace 34 años, Cuba está sometida al embargo; Irak lo está, por parte de la ONU, desde hace casi tres años, y hay otros países que sufren sanciones económicas más o menos duras. Tanto Cuba como Irak sufren un embargo total: económico, financiero, militar, sanitario. El embargo es un arma que se utiliza como la cosa más natural del mundo. Las razones que la legitiman son bien conocidas: los Estados "terroristas" que no respetan las reglas del consenso internacional (o, como en el caso de Cuba con Estados Unidos, la ley del más fuerte) se sitúan al margen de las naciones.Se puede disertar hasta el infinito sobre esta manera de juzgar -algunos ven en ella la manifestación, finalmente afirmada, del derecho universal; otros, la mandíbula de hierro de los poderosos que tritura todo lo que se le opone-, pero lo que no es posible negar son los desastrosos efectos del embargo, no sobre los regímenes a quienes se quiere castigar, sino sobre la población civil, A diferencia de las guerras calientes, el embargo tiene las virtudes de las ejecuciones con arma blanca: mata sin hacer ruido, y las ventajas de las batallas ganadas sin haberlas librado físicamente: nadie en el campo de batalla, pero muchas víctimas a fin de cuentas. Es un arma ideal que arruina al adversario sin combatirle, destruye los cuerpos evitando el cuerpo a cuerpo, diluye todo sentimiento de culpabilidad, puesto que cada uno puede sentirse inocente.
Aunque naturalizado en nuestras modernas conciencias, el embargo no es un arma natural en las guerras. Ya antes de la edad clásica había dudas sobre si era conforme a las leyes de Dios. Desde el derecho al asedio al derecho a hacer pasar hambre, desde lo necesario a lo peor, el indispensable derecho a la vida del prójimo, aunque sea el enemigo, siempre ha provocado debate. Es curioso que nuestra época, arropada en sus pretensiones democráticas, no tenga dudas tan loables: cuando se anuncia que tal país va a ser castigado con el embargo parece que se dijera: "Se ha evitado lo peor, no correrá la sangre". Vil consuelo. Veamos Cuba: las pérdidas económicas resultantes de un embargo de más de 30 años se estiman superiores a los 20.000 millones de dólares. Ya era difícilmente soportable antes del hundimiento de la URSS (un 80% del comercio cubano se hacía con el bloque del Este), pero hoy es terrorífico. Desde hace tres años, la situación económica y social de Cuba se ha descompuesto literalmente: ha provocado una caída del 50% del PIB, una caída del 80% de la capacidad industrial (debida a la falta de combustible), caída de la capacidad industrial (por falta de combustible), una caída de la capacidad de importación (en 1989: 8,1 millones de dólares; en 1993: sólo 1,7 millones), una parálisis de sectores enteros de la economía a causa de la falta de energía, de piezas de recambio, de materias primas. Una bajada récord del nivel de vida de todas las capas de la población. El ministro de Sanidad cubano tuvo que lanzar, en febrero de este año, una "alerta alimentaria". Las carencias nutritivas provocan un recrudecimiento de las enfermedades provocadas por el hambre: beriberi, escorbuto, avitaminosis, osteomalacia, anemia hipocrónica (carencia de vitaminas B-6, B-2, A). Solamente en la primavera de 1993 se trataron 12.000 casos de avitaminosis. La ración mensual de alimentos distribuida por el Gobierno no sobrepasa los seis kilos; la carne y la leche se sustituyen por sucedáneos fabricados a base de soja. Según el Unicef, el 50% de los bebés entre seis y 12 meses y el 35% de las mujeres embarazadas sufren anemia. Faltan vestidos, faltan medicinas, falta la electricidad 16 horas al día...
En Irak, la situación no ha alcanzado un nivel tan crítico, pero todo hace pensar que ya es intolerable para las capas más desheredadas de la población.
La experiencia de la práctica del embargo revela, de entrada, una cosa: la víctima principal es la población civil. Las guardias pretorianas de los regímenes castigados captan inmediatamente el pan, las medicinas, los objetos de lujo, todo lo que llega por vías indirectas a los países embargados.
El embargo económico y sanitario es real, trágicamente contraproducente. Ha llegado el momento de denunciar esta gran hipocresía.
El uso del embargo económico y sanitario contradice violentamente el respeto a los derechos humanos: los ataca en su núcleo fundamental: el derecho a alimentarse. Y ello constituye, además, una dramática regresión respecto a las teorías más clásicas de los derechos de la persona: ya en el siglo XVII, Samuel Pufendorf pedía el derecho de las poblaciones al "uso inocente de los bienes", incluso en situación bélica.
El embargo económico y sanitario instaura una especie de responsabilidad colectiva, condenada por el derecho, allí donde sólo debía contar la responsabilidad del poder. ¿Es legítimo hacer pasar hambre al pueblo cubano cuando se quiere castigar al régimen castrista?
El embargo, cuyo fin es combatir las dictaduras, provoca efectos manifiestamente contrarios al objetivo proclamado: tiene como consecuencia mecánica producir la escasez y, por tanto, acentuar el control de los bienes por parte de los grupos dirigentes. Lo que se traduce, en suma, en un fortalecimiento de las dictaduras al debilitar a la población civil, y, de pasada, permite que esas dictaduras se presenten como la encarnación de la resistencia al opresor extranjero.
En realidad, el embargo económico y sanitario es la peor de las formas de combatir la opresión. Se tome como se tome el problema, se llega siempre a la misma constatación: al negar el alimento al prójimo se pisotean los derechos más elementales e imprescriptibles del ser humano.
¿La única razón de recurrir a esta arma es evitar las consecuencias de una guerra abierta, caliente? Si así es, conviene anular la parte nefasta: hay normas universalmente admitidas sobre lo que debe ser el desarrollo humano mínimo: alimentación básica, educación, medicamentos, derecho al agua... Hay que separar esto del resto, e imponer un control internacional para posibilitar el comercio de esos bienes en los países golpeados por el embargo militar. Porque si este último puede considerarse necesario, el embargo económico y sanitario es siempre culpable. Hombres, mujeres, niños inocentes, lo sufren todos los días.
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