La parálisis de España
Con cuatro millones de empleos más, la economía española solo lograría igualar el actual nivel de empleo europeo
Si la economía española fuera capaz de dar trabajo a cuatro millones de personas más de los casi doce millones que emplea, tan sólo habría logrado situarse a un nivel de empleo "tan crítico" como el que actualmente angustia a Europa. Pero la sensibilidad sobre el empleo y el paro de las autoridades parece ser muy distinta entre Europa y España.Para los europeos resulta insufrible que la tasa de desempleo haya subido del 8,5% al 10,5% en sólo dos años. El ejército de reserva industrial que decía Marx, que ya recluta a más de 17 millones de parados en la Comunidad Europa (CE), está creando una fuerte conmoción social y un ,gran debate político.
El vicepresidente de la Comísión Europea, Manuel Marín, ,confesaba sinceramente hace pocos días la impotencia de Europa [para afrontar la crisis. "Después !de todo el periodo de fuerte crecimiento de los años 85-90, llegamos a 1992 y resulta que tenemos más desempleo que, en 1985. El porcentaje de jóvenes en paro y de larga duración es el mismo. Y esto es lo que no sabemos explicar. Esto es mucho más que un simple cambio de ciclo".
Pero si el 10,5% de paro es insoportable para los europeos, ¿qué se puede decir de España, que en los dos últimos años ha visto cómo la tasa de paro se disparaba del 16% al 22,4%? ¿Cómo se puede entender que hoy en España trabajen tan sólo 11.867.000 personas, algo menos que hace 25 años, cuando entonces el país contaba con cinco millones de habitantes menos?
El sentido común menos exigente aconseja sospechar de las estadísticas que miden el nivel de paro en España. En Estados Unidos, por ejemplo, sólo se llegó al 25% de desempleo en la recesión económica más profunda de la historia, 1929-1932, en que el PIB cayó el 50% y las ciudades se encontraban atestadas de largas colas de hambrientos desempleados.
Estadísticas dudosas
The Economist calificaba hace unas semanas las estadísticas españolas entre las menos fiables de los países occidentales. Las sospechas son fundadas. Un ejemplo. El número de afiliados a la Seguridad Social -sin incluir todos los funcionariossupera en 334.000 la cifra de ocupados de la EPA. Una diferencia que investiga Trabajo. Pero ampararse en la escasa fiabilidad de las estadísticas para quitar hierro al problema del empleo sería una equivocación mayor.
En cualquier caso, y aun aceptando que el margen de error pueda ser considerable, ninguno de los expertos consultados cree que la tasa de paro real en España pueda situarse por debajo del 16% ó 18% de la población activa. Por ello, el paro provoca una situación mucho más desesperante en España que en cualquier otro país europeo. En España, hoy sólo pueden trabajar uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años, y en Andalucía la tasa (le desempleo supera el 32%.
Si la tasa de desempleo es frustrante -igual da que se tome la cifra de 3.396.700 desempleados del Instituto Nacional de Estadística que la de los 2.532.000 de parados registrados en el Inem-, todavía resulta más decepcionante la tasa de actividad (relación entre empleados y población total en edad laboral).En España, de cada 100 personas en edad laboral (16-64 años), sólo trabajan 45, unas 13 están en paro y 42 no participan. En la CE, trabajan 61 y 8 están en paro, según el Informe sobre el Empleo de la Comisión Europea. En Estados Unidos y Japón trabajan el 70% y el 75%, respectivamente, de la población en edad laboral. En otras palabras, para tener el mismo problema de empleo que hoy sufre la CE, en España deberían trabajar 15.860.000 personas. Es decir, cuatro millones más de las actuales. El drama del empleo es, sin duda, el más amargo de nuestro país, como ponen de relieve cada día con más énfasis las encuestas. La situación todavía no es explosiva gracias a que hay dos millones de personas protegidas por el seguro de paro y un número indeterminable que malviven en la economía sumergida, que los analistas de The Economist cifran en el 25% del PIB.
El crecimiento disparatado del paro en España en los dos últimos años ha sido provocado en buena parte por una fuerte destrucción de empleos -811.000 en los dos últimos años-, mucho más intensa que en cualquier otro país europeo. Lo más sorprendente ha sido que la caída del empleo ha sido mucho más aguda en los contratados temporales (-15%) que en los fijos (-4%).
"El problema" afirma Antonio Gutiérrez, secretario general de Comisiones Obreras, "es que tenemos una destrucción de empleo muy intensa, pero ya partíamos de una tasa muy alta, del 16%. Aquí no se ha hecho nunca una verdadera reforma del aparato productivo del país. En la época de las vacas gordas se ha hecho una política anticompetitiva, de desprecio a las bases productivas. Ha sido un monetarismo fácil que ha penalizado a la industria con tipos de interés altos y un moneda alta".
El milagro de la modalidad de contratación temporal de 1984, al que el Gobierno socialista atribuía hasta ahora el mérito de haber creado más de dos millones de puestos de trabajo entre 1985 y 1990, se ha convertido en una espada de doble filo. "El contrato indefinido es como un cinturón de seguridad que sujeta el empleo en los ciclos de crisis" asegura un técnico de Trabajo. Los expertos coinciden cada vez más en señalar que la creación de empleo tiene más que ver con el ciclo económico que con el sistema legal de contratación.
Para el catedrático de Fundamentos del Análisis Económico Julio Segura, "la contratación temporal ayuda en la entrada alercado de trabajo, pero facilita salida. La posibilidad de ajusr a la baja es mucho mayor y más rápida. Por ello, posiblemente, el desempleo no va a auentar mucho más, porque el uste fuerte ya se ha hecho".
La destrucción de empleo ha sido muy acusada en la industria. Desde diciembre de 1990, Espafía ha perdido el 15,7% de su empleo industrial, más que cualquier otro país europeo. Segura considera que parte de esta pérdida es debida al proceso de segregación de las actividades de servicios de las grandes compañías industriales, que ahora funionan como entidades indepen¡entes y específicas de servicios.
Para el catedrático, "la crisis e la industria española está ligaa a su constante pérdida de competitividad, generada por res tipos de factores: aumento e los costes de producción -tipos de interés y salarios-, mala ransmisión de costes a precios -los precios de los productos industriales suben entre el 1% y 2% anuales, pero dependen de unos servicios cuyos precios aumentan entre un 15% y 20% al año, por no estar sujetos a la competencia exterior- y, en tercer lugar, la falta de una adecuada formación de la mano de obra y del escaso nivel tecnológico".
Entre dos fuegos
La industria española se encuentra hoy entre dos fuegos, según Segura. "Por una parte, estamos perdiendo competitividad frente a países con bajos salarios (Este y área del Pacífico) en la llamada industria ligera (textil, calzado, vestido, papel, corcho). Esto lo han sufrido todos los países índustriales. Pero algunos de estos países están ganando competitividad con nuevas tecnologías (biotecnología, semíconductores, informática). España sufre la competencia de los nuevos países emergentes, y tampoco ha sabido desarrollar una tecnología propia que le permita evitar la pérdida de. competitividad".
"Otro problema que padecemos", explica Segura, "es que no es cierto que no tenga efecto la situación de la sede de las grandes multinacionales, tal como estamos viendo estos días con el automóvil. En las sedes de las compañías multinacionales se concentran las actividades de mayor valor añadido -diseño, I+D, comercialización, fínanzas- El capital multinacional tiene sus riesgos y sus costes". Se van como vienen.
"Al calor del reaganismo", añade, "ha habido un crecimiento desmesurado del mercado. De que el mercado servía para resolver todos los problemas. Pero el mercado hay que regularlo y vigilarlo. Porque si sólo juegas a mercado y a desregularización resulta bastante esotérico preocuparse por empleo. Para las empresas, el objetivo es maximizar los márgenes. El empleo no es el objetivo autónomo de ninguna empresa. Tenía toda la razón el ministro José Borrell cuando decía que al mercado leimporta un carajo el empleo. Hace diez años, cuando la recesión anterior, pensábamos que después de la crisis quedaríamos entre los 15 primeros países industriales del mundo. Ahora tememos que para el año 2000 nuestro puesto puede estar entre el 15 y el 30".
La crisis del empleo está suscitando un amplio debate en todo el mundo occidental, especialmente en Francia, Alemania y Estados Unidos. Este debate discurre por dos grandes corrientes: por una parte, la más ortodoxa, que postula que la solución hay que buscarla en la reducción de salarios y en una mayor flexibilización de la legislación laboral, y, por otra, la que aboga por el reparto del trabajo, que defienden socialistas franceses y españoles y sindicalistas americanos. La situación de España es tan crítica que seguramente precisará de ambos tipos de recetas.
En Estados Unidos, el empleo ha registrado un crecimiento récord. De 71 millones de trabajadores en 1971 a 110 millones en 1993. Pero este resultado tampoco es la panacea, ya que en buena parte se ha logrado a costa de la calidad del empleo y bajos salarios, que han empobrecido a los trabajadores, como reconoce Robert B. Reich, secretario de Trabajo de Estados Unidos. Reich señala que ahora el 18% de los trabajadores mantiene a sus familias en la pobreza, cuando en 1979 esta tasa se situaba en el 12%. Para Reich, el gran problema del país es "la creación de empleo bien pagado".
Padraig Flynn, secretario de Asuntos Sociales de la Comunidad, afirma también que el recorte de salarios tampoco es la solución. Flynn, recoge Financial Times, cita el ejemplo del Reino Unido, que cuenta con el mercado más liberalizado de la CE, donde la mitad de la población vive con el 25% de la renta nacional del país, cuando hace 10 años disfrutaba del 33%. El comisario considera que lo importante es la productividad y no los salarios. Señala que los salarios británicos son inferiores en un 30% a los belgas, pero que ello no supone ninguna ventaja para para la economía del Reino Unido, ya que sus trabajadores son un 70% menos productivos.
El reparto de trabajo, considerado hasta hace muy poco inviable económicamente, está ganando cada día más adeptos por la fuerza de la crisis. En Alemania, Volkswagen acaba de proponer a sus trabajadores la semana de cuatro días para evitar 30.000 despidos. También lo estudian la Deutsche Aerospace (DASA), que se enfrenta al despido de 16.000 empleados.
En los últimos años, el trabajo a tiempo parcial ha sido el mejor instrumento para crear y repartir empleo. El Informe de la Comisión sobre el Empleo de 1993 señala que los países en los que más ha crecido el empleo han sido aquellos en los que también ha aumentado más el trabajo a tiempo parcial. En Holanda, por ejemplo, las dos terceras partes del empleo neto creado ha sido de trabajos a tiempo parcial.
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