Una guerra ya ganada
Finalmente, se abre la idea de que nadie ganará esta batalla. La reclamación de Francia de que el cine quede fuera de los Acuerdos Generales de Aranceles y Comercio (GATT), se está convirtiendo en una voz solitaria. Estados Unidos mantiene su postura de que el cine deben ser alcachofas y cacahuetes en el acuerdo. Pero este martes, el comisario europeo para las relaciones comerciales exteriores, Leon Brittan, advertía: "Creo [refiriéndose a EE UU] que son favorables a un acuerdo realista con la condición de que sus intereses no se vean afectados".Diversas fuentes apuntan, pues, hacia la solución intermedía. ¿Qué diferencia habría entre la excepción cultural y esa solución intermedia, la especificidad? La excepción mantendría excluido al cine de cualquier tipo de acuerdo, y permitiría la regulación de mecanismos de protección del cine europeo. La especificidad deja abierta la posibilidad al mantenimiento del actual status quo del cine europeo, pero dificultaría cambios de regulación.
Las conversaciones, de todas formas, no se desarrollan en condiciones de igualdad. El cine de EE UU se lleva el 74% de la recaudación global de la comunidad, y en EE UU sólo el 2% de los espectadores ve algún filme europeo. Por no hablar de la reflexión del exministro de Cultura, Jordi Solé Tura, cuando advertía en un artículo (ver EL PAÍS del 18 de octubre) sobre el control que el cine estadounidense ejerce ya sobre salas y distribuidoras europeas, o los sistemas de cupos que obligan, al comprar una película estadounidense promocionada, a adquirir otras de segunda.
La visión de esta batalla es sencilla. Unos, los europeos, mantienen como objetivo la supervivencia. Los estadounidenses saben, sostienen productores y cineastas, que dejar sin trabas el mercado europeo supondría conseguir el control total del mismo. La sensación es clara: esta batalla está en el aire, pero la guerra ya está ganada.
Babelia
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