El pop domina la temporada neoyorquina
Además de la importantísima muestra de Miró, recientemente inaugurada en el MOMA, la temporada artística en Nueva York tiene, en estos momentos de arranque, otros importantes alicientes. Entre ellos, habría que contar la inauguración de la nueva ala remodelada del siglo XIX en el Museo Metropolitano -institución, por cierto, en la que dentro de un mes se inaugurará otra de sus grandes muestras del arte histórico español: The art of the medieval Spain, 500-1200- y la exposición monográfica sobre Paul Klee en el nuevo Guggenheim, Down Town.Pero el verdadero acontecimiento actual se articula en torno al pop, no sólo por la retrospectiva que el propio Museo Guggenheim exhibe en su edificio histórico sobre Roy Lichtenstein, sino por las que simultáneamente se pueden visitar en el Museo Whitney con los siguientes títulos: Hand-painted pop. American art in transition, 1955-62 (El pop pintado a mano. Arte americano en transición, 1955-62), que es una magnífica revisión acerca de los orígenes de este importante movimiento, y la monográfica dedicada a la artista Vija Celmins (Riga, Lituania, 1938), una inmigrante nacionalizada americana, cuya refinada e inteligente obra, que maduró durante los años sesenta, no se ha puesto en valor que le corresponde prácticamente hasta ahora mismo, lo que ha convertido esta exposición en un auténtico descubrimiento internacional.
Aunque realmente la retrospectiva de Roy Lichtenstein (Nueva York, 1923), con sus casi 300 obras entre pinturas, dibujos, esculturas y objetos llenando a rebosar las rampas y otros espacios transversales del histórico edificio de Wright, constituye el hito más espectacular, la cita que antes he hecho de las otras dos muestras que simultáneamente se exhiben en el Whintney no responde a un mero oportunismo temático, pues complementan y, en cierta manera, proporcionan claves esenciales para el mejor entendimiento (le este padre fundador del pop e incluso para establecer un cierto contraste crítico con la magna retrospectiva que se le ha montado.
Tensión creativa
Esto último es importante, porque Lichtenstein es, quizá, el artista pop más complejo y, valga la redundancia, más artísticamente complejo, o, si se quiere, en el que la tensión creativa que habita en esta tendencia se muestra más intensa e inteligentemente.Y es que en Lichtenstein no hay sólo el aprovechamiento pictórico de iconos populares, como, por ejemplo, en su caso, el descarnado de: las tiras del comic, sino un uso sofísticadamente reflexivo de las formas y técnicas de la historia de la pintura, sobre todo, desde el posimpresionismo hasta la actualidad, pero deteniéndose principalmente en los episodios fundamentales de la vanguardia histórica. Y esto así incluso al margen de que emplee como fuente de trabajo la iconografia característica de esta vanguardia.
Quiero decir que, hasta cuando reproduce alguna imagen del comic, Lichtenstein analiza con tal agudeza los problemas espaciales, las tramas de color y luz, los focos de atención y los puntos fuertes de la composición como casi nadie lo ha hecho en el arte contemporáneo.
Todo esto, naturalmente, se puede apreciar en la magna retrospectiva, pero, como suele ocurrir en estos planteamientos donde la cantidad de obras se impone a cualquier otra circunstancia, a veces no se manifiesta con el relieve necesario y resulta algo finalmente desdibujado.
Formas y fondo
En cualquier caso, este defecto queda, afortunadamente, paliado con la otra muestra de los orígenes del pop, donde el criterio seguido ha sido exactamente el opuesto: centrar la atención en los problemas fundamentales del lenguaje de este estilo al margen de acumular cuadros.De todas formas, la conjunción entre ambas muestras resulta interesantísima y una oportunidad única para el que quiera conocer las formas y el fondo de una de las vanguardias más relevantes e influyentes de las últimas décadas.
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