Inválidos, para variar
Todos los novillos estaban inválidos, para variar. Todos los novillos: los ocho. Es decir, los seis titulares, el sobrero que sustituyó al sexto y el sobrero del sobrero. La afición protestó los ocho, pero a medida que avanzaba la tarde -y caía la lluvia- se iba cansando. Sólo algunos gritaban desde el alfoz del siete: "¡Lamarcaaa!", y el resto del público no acababa se entender: ¿La marca? ¿A qué marca se refiere ese caballero de voz profunda?, preguntaba el resto del público, que desde la isidrada no había vuelto por Las Ventas, y tenía perdidas las señas de identidad del coso, olvidados los nombres de los presidentes. Uno de ellos es Juan Lamarca, de servicio en esta función inaugural de la feria, y se resistía a devolver al corral los toros inválidos. Aún así devolvió dos, y si llega a cumplir escrupulosamente sus funciones, habría devuelto los ocho.Devueltos los ocho se hubiese suspendido el festejo, por falta de existencias, con general contento. Principalmente de Joselito Calderón -rey del quite, ángel de la guarda de cuantos banderilleros hayan pasado por el ruedo venteño en la última década-, pues sufrió una seria cogida al banderillear, de la que resultó con una cornada de grave pronóstico y peor aspecto. No le salvó el quite porque no había posibilidad alguna de quite: a punto de reunir, el novillo se puso a la defensiva y el torero, en lugar de tirar un palitroque y salir corriendo -según costumbre en la moderna técnica rehiletera-, cuadró en la cara, prendió los palos y el toro se defendió pegándole certero la cornada.
Ruiz / Madrileño, García, Carrión
Novillos de Juan Antonio Ruiz (6º y sobrero devueltos por inválidos), con cuajo, varios sospechosos de pitones, inválidos, descastados. Segundo sobrero de Hermanos Vergara, con trapío, sospechoso de pitones, manso.El Madrileño: bajonazo escandaloso -aviso- y dos descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda); estocada corta trasera baja (silencio). Juan Carlos García: pinchazo bajísimo, otro trasero, estocada delantera atravesada, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada caída (palmas y pitos). Manolo Carrión: estocada (silencio); cinco pinchazos, descabello -aviso- y descabello (silencio). Enfermería: El peón Joselito Calderón, cogido al banderillear al 5% fue asistido de cornada grave. Plaza de Las Ventas, 29 de septiembre. Primera corrida de feria. Cerca del lleno.
A veces, los toreros, si lo son a carta cabal, se la juegan, y no hay más vueltas. Es uno de los rasgos característicos de la torería, que antiguamente se manifestaba con mayor dramatismo en los novilleros. Empeñados en alcanzar el triunfo a cualquier precio, suplían con arrojo su inexperiencia y se pasaban faenas enteras a merced de las astas. En los tiempos actuales, en cambio, la mayor parte de los novilleros optan por la seguridad, en caso de duda, y disimulan sus precauciones componiendo posturas jacarandosas.
Sin cruzarse, sin cargar la suerte, sin ligar los pases, sin ganarle terreno al toro, no se puede torear. Y los tres diestros de ayer plantearon sus faenas desde estos registros. Fue muy llamativo el caso de El Madrileño, pues en la superficialidad de su toreo se le diluyó el triunfo que le brindaron sendos novillos boyantes. Manolo Carrión estuvo porfión con uno aplomado, mas el sobrero humillaba mucho y en lugar de torearlo le estuvo ahogando la embestida. El lote de Juan Carlos García resultó peor, y bastante hizo el espada muleteándolo voluntarioso.
Y, a todo esto, casi ningún novillo salió astifino; se caían todos, para variar. La afición ya está harta de esa epidemia de toros astigordos, medio mochos e inválidos galopantes. Pero no es una epidemia de toros, en realidad, sino de golfos y mangantes. Golfos supuestos y mangantes presuntos, se quiere decir.
Babelia
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