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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Norte y sur

EN OPINIÓN de Ángel Colom, "en España, el norte paga y el sur vive de ello"; y según Xabier Arzalluz, "Andalucía y Extremadura viven por encima de lo que fiscalmente producen". La imagen de un norte trabajador y un sur ocioso forma parte del imaginario nacionalista desde hace muchos años. De hecho, en las dos primeras décadas del siglo, la prosperidad económica de Cataluña y el País Vasco fue incorporada al ideario de ambos nacionalismos como componente de la propia identidad y prueba de superioridad frente a la cultura hispana. La diferencia entre lo pagado al Estado en tributos y lo recibido de él en servicios públicos formó parte de la argumentación nacionalista durante los años del franquismo; ahora reaparece de vez en cuando, normalmente como elemento reforzador de peticiones que no siempre tienen que ver con la discusión fiscal o la financiación autonómica. Es como una última carta que sólo se expone en casos extremos. Pero es una carta falsa.El dato de que la diferencia entre lo recaudado y lo gastado era en Cataluña de unos 600.000 millones de pesetas ha sido utilizado por el nacionalismo independentista como prueba del "expolio de Cataluña por España", lugar común del mensaje de Esquerra Republicana. Ángel Colom alertaba recientemente sobre el riesgo de "desaparición de Cataluña como pueblo" de seguir ligada a España. En el País Vasco el asunto tiene difícil defensa desde la instauración del sistema de conciertos que garantiza la autonomía financiera. En la medida en que esa autonomía suscita celos y deseos de emulación en otras comunidades, los nacionalistas vascos tienden generalmente a soslayar prudentemente el asunto. Como en la Italia de las Ligas, la idea de que las regiones pobres despilfarran lo que las ricas producen ayuda a identificar un culpable de los males del momento: y nada resulta tan consolador como disponer de un buen responsable de la crisis.

Las cosas son más complicadas, sin embargo. De entrada, la existencia de un balance fiscal negativo en las zonas más ricas es señal del carácter progresivo y redistributivo de la fiscalidad, por lo que su crítica desde supuestos de izquierda resulta chocante. Pero resulta además tramposa si no se consideran los flujos comerciales y financieros. En el caso de Cataluña, ambos son netamente favorables para esa comunidad: de un billón de pesetas el superávit comercial y de 0,9 billones la diferencia entre depósitos catalanes en la banca española y créditos de ella obtenidos por Cataluña. La industrialización de Cataluña y el País Vasco es el producto, en buena medida, de la canalización hacia ambas comunidades, a lo largo de todo el siglo XX, y especialmente a través de las cajas, del ahorro generado en las zonas agrícolas: el diferencial entre precios agrícolas e industriales y la mayor rentabilidad del dinero invertido en la industria explica ese flujo de capitales. Sin tales capitales, más los excedentes resultantes de la utilización de una mano de obra barata procedente del sur de la Península, Cataluña no sería hoy lo que es y no tendría ocasión de pagar más impuestos, pero tampoco de vender en el mercado español mucho más de lo que en él compra.

El País Vasco sigue siendo la comunidad más abierta al exterior -es decir, menos autosuficiente-. Un estudio de 1987 revelaba que la industria vasca se surtía en el resto de España en un 46,3%, en el 18% en el extranjero y en el 36% en la propia comunidad. En cuanto a las ventas, el 67% de lo producido se destinaba a mercados exteriores: el 52,3% al español y el 15% al extranjero. El 33% restante iba al mercado interior vasco. La relación entre ahorro interno e inversión exterior, favorable al País Vasco desde finales del siglo XIX, se ha invertido recientemente y Euskadi ha dejado de ser receptor neto de recursos financieros. Pero ello mismo subraya el carácter decisivo de la contribución del Estado a los procesos de reconversión acometidos en los últimos 15 años en la siderurgia, construcción naval y otros sectores, por un importe total -incluyendo créditos- de unos 800.000 millones de pesetas. Con o sin concierto, la comunidad autónoma no podría haber hecho frente a tales inversiones sin ir directamente a la quiebra.

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Nada resulta tan peligroso como jugar con agravios territoriales. Porque todo norte es sur de algo, y ambos están en nuestro cerebro.

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