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Bandas de matones 'ultras' arremeten en Argentina contra los periodistas que critican a Menem

La prensa independiente de Argentina, único mecanismo del sistema democrático que funciona libre de sospechas ante la opinión pú blica, es víctima de una escalada de violencia. La. investigación realizada por periodistas sobre la participación de bandas de matones ultras afines al Gobierno en actos electorales para evitar pitadas contra el presidente Carlos Menem ha desatado una ola de amenazas y palizas contra miembros de los medios de comunicación.

Todo empezó hace 15 días, cuando el temible Comando de Organización, sector de ultraderecha del peronismo que lidera Alberto Brito Lima, embajador argentino en Honduras hasta hace un mes, envió a una banda de matones al acto de inauguración de la tradicional exposición rural para evitar la posible pitada contra el presidente, principal orador de esa tarde. La patota, integrada por agentes civiles de los servicios de inteligencia, ex miembros de los grupos de tareas del Ejército durante la dictadura y de militantes derechistas, atacó a quienes pitaban y también a los periodistas que trataban de informar sobre los incidentes.La prensa investigó los hechos y logró identificar a quienes aparecían en las imágenes tomadas por los cámaras. Dos de los implicados reconocieron que trabajan habitualmente para el diputado peronista Alberto Pierri, el presidente de la Cámara. Pierri es el caudillo del popular distrito de La Matanza, donde funciona el Mercado Central de Buenos Aires, centro de abastecimiento de frutas y verduras para toda la ciudad, y donde el periodista Hernán López Echagüe, del periódico Página 12, comprobó que se recluta bajo amenazas a los obreros más fornidos para garantizar "la seguridad" de los actos políticos.

Tres días después de que se publicara su investigación, cuatro desconocidos aguardaron a López Echagüe cuando regresaba a su casa, en pleno centro de la ciudad, y le dieron una paliza brutal. Uno de ellos, a modo de despedida, le cortó la cara con una navaja. Al día siguiente, una ola de amenazas se extendía por las emisoras de radio. Las voces anónimas sabían los nombres de los hijos de cada periodista, a qué escuela asistían y hasta daban detalles de la vida íntima.

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