Una simple comedia norteamericana
Entre las varias acepciones de la palabra single, soltero, en inglés, está, por supuesto, como en castellano, la de célibe, pero también la de la casa de pequeños apartamentos donde sólo viven solteros. Y por eso resulta tan apropiado el título original de esta producción norteamericana, pues al tiempo que narra las relaciones entre seis solteros que viven en la ciudad de Seattle, describe la vida en uno de esos peculiares edificios de apartamentos donde viven algunos de ellos. Solteros cuenta con gran simplicidad las relaciones entrelazadas de dos parejas, la formada por una enamoradiza Linda y el creador del proyecto de un supertren, Steven, y la integrada por la estudiante que trabaja como camarera Janet y el repartidor Cliff, que sueña en convertirse en estrella del rock duro, entre los que se mueve otra tercera pareja de menor relevancia. No pasa nada en especial, una y otra vez la acción gira sobre sí misma, aderezada con una excesiva música de rock característica de Seattle, pero se deja ver con cierto agrado.
Singles
Director y guionista: Cameron Crowe. Fotografía: Veli Steiger. Música: Pad Westerberg. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: Bridget Fonda, Campbell Scott, Matt Dillon, Kyra Sedgwick. Estreno en Madrict Renoir (versión original subtitulada).
Esto se debe en especial a que Cameron Crowe, que tan sólo ha dirigido otro largometraje, se muestra mucho mejor director de actores que guionista y ha sabido elegir un buen grupo. En primer lugar se sitúa la cada vez más interesante Bridget Fonda, que encarna a la ingenua Janet, seguida por los mucho menos conocidos, pero igualmente atractivos, Kyra Sedgwick y Campbell Scott, que dan vida a la pareja Linda-Steven. Menos curiosidad despierta Matt Dillon en su papel de rockero por no superar cierto grado de caricatura.
El principal defecto de Solteros es que sus personajes son tan norteamericanos, tienen un comportamiento tan simple, que en repetidas ocasiones resultan difícilmente comprensibles y sus nada originales historias llegan a aburrir. Aunque Cameron Crowe, quizá consciente de esto, en su triple calidad de guionista, coproductor y director, ha tratado de ocultarlo envolviendo a su película en un disfraz que pretende ser lo más europeo posible.
Los cuatro actores principales hablan a la cámara para contar sus problemas, hay pequeñas vueltas hacia detrás descriptivas de mínimas anécdotas y la acción está dividida en capítulos debidamente titulados. Lo malo es que este disfraz se ha quedado viejo, hace tiempo que nadie lo utiliza en Europa, y más que disimular los defectos de Solteros, los subraya y los pone en evidencia.
No obstante estos problemas, el destino final del producto, Solteros es una comedia norteamericana demasiado simple, pero que se deja ver gracias a la fuerza interpretativa que desprenden por todos sus poros los buenos actores que integran las dos parejas protagonistas.
Babelia
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