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Crítica:54ª QUINCENA MUSICAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La religiosidad de Raschmaninov

La 54ª Quincena Musical de San Sebastián comenzó el lunes, en la basílica de Santa María del Coro, dentro de un clima artísticamente riguroso y ambientalmente popular. El Orfeón Donostiarra y los coros de Mondragón y San Ignacio, bajo la dirección de José Antonio Sainz, interpretaron las Vísperas, de Raschmaninov. El templo, atestado de público, escuchó en silencio religioso esta música tan bella del célebre pianista y compositor, estrenada, conviene no olvidarlo, en marzo de 1915.En las Vísperas resplandece una consciente falsificación del ritual", como afirmaba el propio autor y como es inevitable cuando se vuelve la mirada al pretérito para revitalizarlo o reinventarlo en el presente. En la música rusa, igual que en la de otras culturas, lo religioso y lo popular marchan de la mano, y las viejas cadencias de los antiguos modos pasan a las expresiones propias de la, voz de los pueblos. De ahí que tantos fragmentos de Vísperas nos suenen como música de iglesia, tanto como antiguo y perdurado folclor eslavo. De ahí también que la fisonomía de algunos temas aparezca en Raschmaninov antes de que Stravinski los usara y después de su explotación por Rimski-Kórsakov y Chaikovski, entre otros.

Monodía y polifonía se integran en una escritura de transparente textura, puesta al servicio de la palabra en su prosodia y en su semántica. Ni un solo momento el otras veces excesivo Raschmaninov se pasa aquí de la raya, y cuanto de personal hay en las hermosas Vísperas no fuerza jamás las fronteras del sentimiento religioso.

Aunque carezcan, intencionadamente, de espectacularidad, las Vísperas son de muy dificil montaje, sobre todo si a la solución de los problemas técnicos se añade una voluntad escrutadora de lo sustancial para comunicarlo con sobriedad, pero muy afectiva expresividad. Y esto hizo, en grado superlativo, José Antonio Sainz y la seleccionada suma de los tres coros vascos en un alarde de calidad, acaso la más alta que el Orfeón ha disfrutado a lo largo de su historia y contando con el hermanamiento de las voces mondragonenses y la de los alumnos y ex alumnos del colegio de San Ignacio.

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