15 años de Sistema Monetario Europeo
La estabilidad en los mercados se ha logrado durante largos periodos
El Sistema Monetario Europeo (SME) nació por necesidad un 13 de marzo de 1979. La República Federal Alemana, Francia, Italia, Dinamarca y los países del Benelux decidieron poner fin a un periodo de desórdenes monetarios que se prolongaba, con distinta intensidad, desde 1971 y, especialmente, desde que el dólar estadounidense comenzara a flotar libremente en el mercado, a mediados de 1973 tras la ruptura del acuerdo Breton Woods. La criatura nació sobre la piel, desgarrada, de la denominada Serpiente Monetaria (1972), cuyo objetivo era llevar a cabo una unión económica y monetaria completa en Europa, con unas divisas nacionales que no tenían ni margen de fluctuación ni paridad posible.La libra (1972), la lira (1973) y el franco (1974) no aguantaron las rígidas condiciones de la Serpiente y se descolgaron de la misma. Ante el fracaso, los presidentes Giscard d'Estaing y Helmut Schdmidt impulsaron un sistema más flexible con el que caminar hacia el mismo fin: la unión económica y monetaria. El SME mantuvo cierta estabilidad -un realineamiento anual- entre 1979 y 1985, con una constante: la revalorización del marco alemán.
Básicamente, el Sistema Monetario Europeo es un acuerdo entre bancos centrales por el que se limitan las fluctuaciones de las monedas pertenecientes al mismo (un 2,25% para las monedas más fuertes y un 6% para las más débiles, como la peseta y el escudo portugués). Cada moneda tiene un tipo central frente a las restantes. Cuando dos monedas alcanzan su, límite bilateral máximo, los bancos centrales de sus países están obligados a intervenir para garantizar su mantenimiento dentro de la banda de fluctuación. En último caso, existe la posibilidad de entrar en un reajuste de los tipos centrales.
España pertenece al Sistema Monetario Europeo desde el 19 de junio de 1989. La adhesión de la peseta al Sistema, con un tope de fluctuación del 6% y un cambio central de 65 pesetas frente al marco, sorprendió a los mercados. La oposición tildó la entrada de "precipitada y arriesgada". Las críticas aludieron a que la adhesión reduciría la capacidad de maniobra de la economía española.
Quienes defendieron la incorporación, definida por el entonces ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, como "la decisión más trascendente que ha adoptado el Gobierno", explicaron que la peseta se había mantenido desde 1987 frente al marco en los márgenes de fluctuación previstos por el SME para las monedas más débiles (6%). Además, Solchaga añadió que la disciplina a la que obliga el SME, ayudaría al aterrizaje suave de la economía española, que crecía a ritmo vertiginoso y con cierto desorden en precios, ingresos y gastos.
Alegría efímera
En 1990, todas las monedas de la Comunidad Europea, excepto la dracma griega y el escudo portugués (1992), estaban integradas en el SME. Se había dado un paso de gigante en la construcción europea.Pero la alegría apenas duró unos meses. A finales de 1991, aún en plena euforia económica, los Doce aprobaron el Tratado de Maastricht sobre la Unión Económica y Monetaria, que debería conducir a la moneda única antes del año 2.000. Los socios comunitarios se autoimpusieron el objetivo de converger, con criterios estrictos en materia de inflación, déficit público y estabilidad monetaria.
Empezó entonces el proceso de ratificación del Tratado y las consultas en referéndum en Dinamarca y Francia. Y se disparó la inestabilidad en los mercados. Los daneses rechazaron el Tratado de Maastricht en una primera consulta. Los franceses otorgaron un sí por la mínima y el dinero más especulativo comprendió que el Sistema Monetario Europeo, sometido a una presión calculada e insistente, era el cuerno de la abundancia.
El resultado es conocido: tres devaluaciones de la peseta; salida de la libra y de la lira italiana del Sistema Monetario; devaluaciones de la libra irlandesa -punt- y del escudo portugués; bruscos movimientos en los tipos de interés para defender posiciones; todas las miradas puestas en el todopoderoso banco central alemán (Bundesbank); una debilidad que afecta a la mayoría de las monedas europeas y el futuro de Europa, bajo sospecha.
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