Sting se ganó el jornal en Madrid
Sería injusto comenzar la crónica del recital que Sting ofreció anoche en Madrid sin mencionar a 9 Below Zero, el grupo que calentó la arena de Las Ventas. Canciones como On the road again, de Canned Heat, y otras por el estilo, enseñaron a un cuarteto batería, bajo, guitarra y armónica) sólido y efectivo. Había poca gente y los organizadores esperaban a los rezagados para respirar.Sting :llegó a Madrid dentro de una gira por 16 países europeos que, como en todos tenga la extensión de la española, puede llevar sus huesos a un balneario. Desde Portugal a Grecia; desde Noruega a España. En España, Sting ofrece 11 recitales en 17 días. Para sí los quisieran la mayoría de los artistas españoles.
Sting
Sting (voz, bajo), David Sancious (teclados, coros), Dominic Miller (guitarra, coros), Vinnie Colaiuta (batería). 10.000 personas. Precio: 3.500 pesetas. Plaza de Las Ventas. Madrid, 29 de julio.
Cuando un artista como Sting se mete esta paliza, sólo puede haber tres razones que la justifiquen: que la rueda le devora, que necesita dinero o que mantiene la ilusión musical. Sting va a cumplir 42 años, lleva 20 en la música y conoce la rueda, por lo que puede enfrentarse a ella. Tiene dos matrimonios y cinco hijos, pero en el Concierto de los mil años, de La Coruña, cobró 27 millones de pesetas y con esas cifras no se pasa hambre. ¿Ilusión musical?
Cuando a las diez en punto de la noche apareció Sting en el escenario -por entonces el coso ya presentaba una aceptable asistencia de 10.000 personas-, tenía detrás tres músicos. El británico de Newcastle siempre se ha rodeado de magníficos músicos (Andy Summers y Stewart Copeland en Police; Branford Marsalis, Kenny Kirkland y Darryl Jones, al comienzo de su etapa en solitario; David Sancious, Dominic Miller y Vinnie Colaiuta, hoy), pero tocar con tres no es fácil. Cada músico ha de tener las ideas claras, hacerlas sonar y empastar con los otros para no dejar ningún agujero negro en el espectro sonoro. De esta manera, Sting tuvo que hacerse cargo del peso rítmico del bajo, algo natural, por otra parte, en quien empezó como bajista.
Su actuación, ante un público sosegado pero muy receptivo, comenzó, lógicamente, por el prólogo. Prologue (If I ever lose my faith in you), la canción que abre su último disco Ten summoner's tales, inauguró el recital. Fue un comienzo duro, oscuro, dificil, como lo son las canciones de este disco, que fue el eje del recital. Siguieron algunas más de parecidas oscuridades y, para aligerar, interpretó A day in the life, de los Beatles, que no es precisamente diáfana.
Respecto a sus tiempos de Police, las canciones de Sting han variado apreciablemente. Trabajadas entonces sobre acordes arpegiados y en inversión, tenían una frescura de la que carecen las actuales, más ricas armónicamente pero menos directas. Por eso, cuando atacó Sincronicity y Roxanne, subió la temperatura.
Sancious, Miller y Colaiuta colaboraron con unas subidas al globo de la tensión, típico del jazz, a veces un tanto reiterativas porque tantos globos cansan, sobre todo si son del mismo color. Pero Sancious rompía con sus improvisaciones cualquier roce con lo evidente, y el recital transcurrió matizado, intenso y trabajado. Tras el recuerdo a Police, Sting volvió a su época reciente, retrocedió algo para interpretar Englishman in New York y, una hora y media después de aparecer, se marchó.
Tuvo que volver para cantar Every breath you take, una de esas canciones que se instalan en el segundo escalón de la memoria y que cuando salen nunca cansan, y Fragile, un tema con la delicadeza del Michelle, de los Beatles. Era el final de un concierto serio, sin alharacas espectaculares, en el que Sting se ganó el jornal. Un jornal de privilegio, bien es cierto, pero también es verdad que no hay muchos Sting.
Babelia
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