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"Bajo el toro no piensas en morir"

Juan Carlos Tornos se levantó a las siete para correr el encierro de ayer. Había dormido poco, dos horas, pero las suficientes. No prestó atención especial al ritual de ponerse la faja. ¡Cómo iba a imaginarse que le iba a salvar la vida! A las 8.02 horas, el asta de un toro castaño encontraba salida por la clásica prenda; le dejó como recuerdo, un corte de siete centímetros en la cintura."Cuidado, que en el encierrillo (traslado de los toros desde los corrales del Gas al de Santo Domingo), se les veía con ganas de quedarse atrás", le dijeron a Juan Carlos. Había que pedir informes de los Torrealta, porque era la primera vez que iban a correr en Pamplona. Tomó nota de la advertencia y también de que había dos castaños.

Ya faltaba poco para el encierro y se situó, con sus otros cuatro compañeros, hacia la mitad de la calle Estafeta. Comenzó a sentir el hormigueo que precede al lanzamiento del cohete: "Claro que piensas que puedes morir. Eso no se te va nunca de la cabeza". Dos minutos más tarde, cuando el toro le lanzó la puñalada y le tuvo bajo su cabeza, no tembló, en cambio, ante la posibilidad de que aquello se acababa. "Es curioso, bajo el toro no piensas en morir, sólo en escapar".

Juan Carlos esperó impaciente que llegaran los toros. Su imagen de un chaval de 26 años, limpio, aseado, vestido impecablemente de blanco, con el pañuelo y la faja rojos, correspondía a la del clásico mozo pamplonés que vive las fiestas con toda la intensidad que su cuerpo le permite.

Apareció la manada por Estafeta. Juan Carlos se lanzó al centro de la calle e inició la carrera. Aguantó unos 25 metros ante los toros de cabeza y se apartó al llegar a la zona de Telefónica. Las reses pasaron rápidas y no le dio tiempo a contarlas bien, pero de lo que estaba seguro era de que sólo había pasado un toro castaño. Gritos y carreras angustiosas que llegaban desde atrás le confirmaban que el otro había quedado rezagado. "Fui plenamente consciente de que iba a haber peligro y lo acepté porque me quedé en el centro esperando para conducirlo hasta la plaza". Ya lo había hecho más veces en los nueve años que lleva corriendo el encierro. Y sustos también tenía acumulados unos cuantos, "el último, la semana pasada cuando se me volvió un Domecq al ir a entrar a la plaza".

Sucedió lo de siempre en estos casos, que el toro fue más rápido: "Estaría como a cinco metros de mí y cuando se arrancó ví que me iba a pillar. Noté un golpe en el costado y que me tiraban de la faja para arriba. Ya está, pensé, me ha enganchado como al mozo del otro día. Ahora me va a llevar arrastrando hasta no se dónde. Pero me soltó, el toro estaba encima y lo único que pensaba era en salir de allí, nunca en que me mataba porque todo era tan rápido que realmente no me daba tiempo a pensar en las consecuencias".

Miembros de la policía y de la Cruz Roja tiraron de él hacia el interior del vallado. Las asistencias se dispusieron a atender de inmediato lo que parecía una cornada en el costado. Él, por su parte, también intentaba detectarla: "Cuando me retiraban mi obsesión era notar si sentía aquello mojado por la sangre, para saber si me había corneado". Le subieron la camisa y quedó al descubierto su herida de guerra. Un limpísimo desgarrón de la piel al contacto con el pitón. "Muchacho, la faja te ha salvado", le dijeron. Juan Carlos respiró. Comenzaba a tener conciencia de lo ocurrido. "¿Más miedo ahora que antes? No, sabes que si llevas nueve años corriendo, y cada vez más cerca, tarde o temprano te puede pasar algo como esto".

La corrida de hoy

Plaza de Pamplona.

Novena y última corrida de feria. Toros de Conde de la Corte, de la finca Los Bolsicos, en Jerez de los Caballeros (Badajoz). Divisa verde, encarnada y oro. Antigüedad, 17 de mayo de 1928

Matadores: Armillita Chico, Espartaco y Chamaco.

Alas 18.30.

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