Divas y místicos
Tras la Orquesta Ciudad de Málaga, ocupó el lunes el estrado del Carlos V la de la Orquesta Ciudad de Granada, para colaborar, bajo la dirección de Martin Fischer-Dieskau, con dos divas: la soprano de Rovigo Katia Rlicciarelli y la mezzo de Leningrado Elena Obraztsova.Fue una noche bastante pintoresca, en la que el maestro destrozó oberturas de Rossini y Gluck y se produjeron incidencias como la suspensión de un dúo por falta de material y su posterior ejecución a modo de propina. Todo es posible en la ópera a cambio del encanto mágico de la voz humana bien gobernada.
En este sentido, pudimos aplaudir excelentes intervenciones de las dos divas, especialmente las de Obraztsova en fragmentos de La favorita, Adriana Lecouvrer o Cavalleria rusticana, y las de Ricciarelli en Cilea y Catalani y, de modo superlativo, en Cuore ingrato. No se llenó el Carlos V pero el éxito fue muy grande.
El martes, Jesse Levine, al frente de la orquesta del Principado de Asturias y del Coro Nacional, rindió homenaje a Federico Mompoti y estrenó un ambicioso oratorio de Juan Alfonso García: Improperios.
Muy bien preparados por el Coro Nacional que dirige Gutiérrez Viejo y cantados por el solista Iñaqui Fresán, la versión no superó un nivel medio, pues el maestro Levine no parece entender mucho el mundo sutil, poético y místico de Mompou. Faltó concentración, intimidad y sobraron fuertes y medio fuertes. Quedó sin embargo triunfante la hermosura de la obra.
El estreno del festival, original de Juan Alfonso García (1937), un músico nato que trabajó con don Valentín Ruiz Aznar, canta los textos altísimos de san Juan de la Cruz en el Cántico espiritual a lo largo de un oratorio que dura 80 minutos y combina gran orquesta, coro mixto y solistas.
Juan Alfonso, sin romper la unidad de pensamiento, varía de procedimientos, se avecina a la polifonía del Siglo de Oro, recibe ciertas resonancias de Falla o de Juan Sebastián Bach, melodiza con franqueza directa y, sobre todo, siente con ardor.
Al margen
Juan Alfonso García se ha situado, en su pensamiento y en su estilo, al margen de la modernidad, incluso a extramuros de cualquier servidumbre de tiempo. Quizá la obra ganara en proporciones más reducidas, pero se trataría, sin duda, de otra obra.Y está claro que la intención del compositor era distinta al sintetismo de Mompou y Rodrigo cuando tratan la mística sanjuanesca, pues se encamina más a una larga inmersión meditativa en el gran místico español que hacia una síntesis de sus emociones y significaciones.
Todo fue mucho mejor aquí que en la pieza de Mompou. Admirable la intervención de los solistas, especialmente del barítono Fresán y la emocionante Lola Casariego, junto al valor contrastado de Carmen González y Maite Arruabarena. En definitiva, fue una gran noche para el festival, tan plural y flexible que pasa del dominio vivista de un día a los ejercicios espirituales del siguiente.
Babelia
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