Un bien muy escaso
"La sangre es un bien muy escaso, de modo que tenemos la obligación moral de lograr el uso más eficiente posible de todos sus componentes", dice Pedro Madoz, jefe de la sección de transfusiones del hospital de Sant Pau. "Hace 10 años, las transfusiones se hacían con sangre entera. Pero el progreso médico ha permitido ahora fraccionar sus componentes y beneficiar a mayor número de pacientes, al tiempo que han disminuido espectacularmente los riesgos y los efectos adversos", añade.De una donación de sangre se separan ahora los hematíes, las plaquetas y el plasma, del que se pueden obtener a su vez otros hemoderivados, como proteínas o factores de coagulación. El denominado plasma fresco se obtiene por centrifugado de la sangre y se conserva mediante un proceso de congelación que permite la actividad del factor VIII coagulante, uno de los hemoderivados más necesarios, pues constituye el tratamiento esencial de los hemofílicos.
El plan nacional de hemoderivados se propuso en 1985 conseguir el autoabastecimiento en donaciones de sangre. En 1992 se alcanzó por primera vez la autosuficiencia en sangre completa. El progreso ha sido espectacular: hace cinco años apenas se alcanzaban 17 donaciones por 1.000 habitantes. Con las actuales 33 donaciones por 1.000 habitantes, el objetivo de satisfacer las necesidades de hematíes se ha alcanzado, pero se necesitaría por lo menos el doble de donaciones para alcanzar la autosuficiencia en derivados del plasma, que se importan todavía en un 90%. En 1992 el valor de estas importaciones alcanzó los 12.000 millones de pesetas.
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