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Eduardo Mendoza escribe sobre la Barcelona del Congreso Eucarístico

El autor dice que la literatura en castellano hecha en Cataluña no tiene futuro

Eduardo Mendoza está escribiendo una novela larga ambientada en la Barcelona de los años inmediatos al Congreso Eucarístico de 1952. La obra reflejará "el rostro amable" de la ciudad en pleno franquismo, un rostro iluminado por las tertulias literarias, la época dorada de la revista Destino y el cosmopolitismo de escritores como Josep Pla o Josep Maria de Sagarra. Al convencimiento de que "Barcelona como sujeto literario está acabada" Mendoza añade otro: "La literatura en castellano hecha en Cataluña no tiene futuro".

Eduardo Mendoza aún no tiene título para su obra en curso ("eso es lo último que pongo"), pero sí un ambiente perfectamente definido: "El de la gente que, desde la aceptación de la situación, empieza a saber vivir bien. Utilizo un material recogido de recuerdos familiares: un mundo coherente, amable, culturalmente gratificante, siempre que uno no se dedicara a mirar qué había fuera de ese ambiente reducido".El escritor confiesa que se encuentra en una época de recapitulaciones: "En El embrujo de Shanghai Marsé plantea un repaso de toda su obra. Yo también me encuentro haciendo un análisis retrospectivo, una recopilación de temas trabajados anteriormente, un balance, en definitiva. No sé qué saldrá de todo esto, pero creo que debemos encarar una época de ejercicios espirituales". En un artículo publicado en Babelia, la revista cultural de EL PAÍS, el pasado 29 de mayo, Eduardo Mendoza planteaba la necesidad de un giro moral de su obra: "Hemos pasado por años de aceptación y satisfacción, creyendo que lo que teníamos era lo mejor desde que murió Viriato. Hemos vivido en una honesta hipocresía o en una hipócrita honestidad. Ha estado bien, nos hemos divertido mucho enseñando a los extranjeros esa ciudad inventada sobre nuestro propio estado de ánimo: los barrios cutres de Pepe Carvalho, los burgueses malos de Pedralbes, los ambientes vivos de la Boqueria y la Rambla. Pero todo eso se acabó, la Barcelona posolímpica es otra cosa".

¿Qué cosa? Mendoza no tiene una respuesta estructurada, pero sí una idea de acción: "Hay que volver a la crítica, a no darlo todo por bueno, a la resistencia, de alguna manera". Bajo su inconmovible distancia irónica se intuye un punto de tensión en semejante afirmación.

Picaresca

"En España el escritor ha vivido dentro de la tradición picaresca. No ha sido un sujeto integrado dentro del sistema, como ha ocurrido en Francia o el Reino Unido, sino un personaje que ha vivido al margen: un poco como el gitano de la cabra que se exhibe en las calles. Quizá ha llegado el momento de exigir que asuma un compromiso mayor".No es optimista ante el futuro: "Los escritores que escribimos en castellano en Cataluña no tenemos futuro, no tenemos continuación. Los escritores de ahora, aquí [en Cataluña], escriben en catalán. Y no me rasgo las vestiduras por ello. Constato únicamente, con cierta lástima, que con nosotros se acaba una tradición importante".

"Enric Granados viajaba a Andalucía y se inspiraba allí, Amadeu Vives componía Doña Francisquita y Albéniz la Suite Iberia, muchos pintores iban a Granada en busca de sujetos interesantes", ejemplifica. "Una Cataluña sin andaluces y gallegos no tiene sentido, la cerrazón va contra la creatividad".

Y a la hora de buscar un símil para su situación y la de aquellos que, como él, escriben en castellano desde Cataluña, recurre con ironía al político: "Somos los Miquel Roca de las letras".

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